¿Qué es la Democracia?
Desde el momento mismo en que los seres humanos formaron las primeras comunidades prehistóricas, integradas acaso por un puñado de individuos, surgió en forma natural la necesidad de organizarse y dirigir su esfuerzo conjunto al sustento y la supervivencia. De esta necesidad de dirección surgirían líderes que ya fuera por su fuerza o por su experiencia de la vida habrían de formar las primeras estructuras sociales.
Con el paso del tiempo la población humana aumentó y esto trajo como consecuencia la integración de las comunidades primitivas en asentamientos cada vez mayores y, por tanto, más difíciles de organizar y dirigir. Eventualmente el crecimiento de la humanidad llevaría a la generación de sociedades, que se definen como sistemas organizados de relaciones que se establecen entre conjuntos de personas, y formas de gobierno -del griego kybernéin 'pilotar un barco' o ‘dirigir’- diversas y cada vez más estructuradas, desde el simple liderazgo tribal hasta las contemporáneas, pasando por autocracias, teocracias, monarquías e imperios, dictaduras y oligarquías, y finalmente las democracias.
La imagen que actualmente tenemos de la democracia (del griego Demos= pueblo y Kratos= poder) es la que surgió como sistema político desarrollado en la ciudad-estado griega de Atenas, a partir de las reformas de Clístenes alrededor del 508 a. C. Si bien fue ésta la primera vez que la democracia apareció como tal en el escenario político, cabe aclarar que no era como la que hoy tenemos en mente cuando hablamos de un estado democrático, pues en el Ática bien pudieron haber existido entre 250,000 y 300,000 personas de todas las clases sociales. Las familias de los ciudadanos podrían haber ascendido a 100,000 personas y entre ellas, los varones adultos, que tenían derecho a votar en la Asamblea, serían unos 30,000 o sea que sólo un 10% de la población aproximadamente tenía derecho a votar en las decisiones y nombrar a sus consejeros y magistrados. Solamente los varones adultos que fuesen ciudadanos y atenienses, y que hubiesen terminado su entrenamiento militar como efebos, tenían derecho a votar. Hay que aclarar, asimismo, que la esclavitud existía como institución durante ese periodo, y tanto los magistrados como los 500 del Consejo no podían ser acusados ni castigados por las acciones que realizaran mientras durara su cargo.
En contraparte, Roma entraba hacia el año 509 a.C. en el periodo de la República, que sin ser considerada como democrática sí presentaba algunas características más equitativas, dos cónsules eran elegidos por los ciudadanos por un periodo anual. Cada cónsul controlaría a su compañero, y su mandato limitado les permitía ser acusados si abusaban de los poderes de su cargo. Los poderes políticos consulares, cuando se ejercían conjuntamente, no eran diferentes de los del rey en el periodo de la monarquía.
Actualmente el mundo está regido aún por monarquías absolutas, como en los Emiratos Árabes, pero la mayoría de los países ha confiado en depositar su gobierno en las democracias contemporáneas, que a su vez divergen constitucionalmente de acuerdo a cada país.
El anhelo de una sociedad gobernada por la voluntad de un pueblo que elige a sus gobernantes por medio de una votación libre y soberana tiene, como todo ideal, limitaciones en la práctica, pues no siempre es posible que siquiera una mayoría real elija a sus representantes; así tenemos que en México se ha establecido la validez de la votación absoluta, que da el triunfo a quien más votantes favorecen, sin necesidad de que se llegue ni a una proporción que rebase un 50%, como ocurrió en 2012 al quedar electo el presidente Peña Nieto con el 38.2% de los votos emitidos. En el caso del presidente López Obrador alcanzó una cifra cercana al 53% de votos emitidos lo que daba un 47% a los demás candidatos, pero hubo una abstención de 36.9% o sea que solo votaron dos de cada tres ciudadanos aproximadamente, por lo cual los porcentajes en función a la población en edad de votar se reducen aún más. En algunos países se ha establecido la llamada “segunda vuelta”, que es la aplicación de la mayoría relativa, donde el candidato debe cubrir cierto porcentaje mínimo de votos a favor, o en caso contrario se repite el proceso.
Cual sea el caso, el anhelo de una sociedad justa debe prevalecer sobre las ambiciones particulares de un gobernante o partido en el poder, y aunque no puedan existir regímenes perfectos, sí es deseable perseguir el ideal que el gran político y presidente norteamericano Abraham Lincoln usó para definir a la democracia en el discurso que pronunció el 19 de noviembre de 1863: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario