lunes, 26 de julio de 2021

POR SI NO LO SABÍAS - Valente Salazar Díaz

¿Qué es el Hombre para la Modernidad?



En la edición anterior de esta columna decíamos que la Modernidad es una imagen del mundo que surge de una cierta Filosofía sobre lo que nuestra existencia en el universo es, y señalábamos cuatro fundamentos o “pilares” sobre los cuales se sostiene esta Modernidad. Pasaremos ahora a analizar en detalle cada uno de estos pilares, comenzando con la idea de El Hombre como medida y centro del Ser.


Es conveniente recordar que en sus primeros tiempos la humanidad vivió sujeta a fuerzas de la naturaleza que no podía comprender -ni menos aún desafiar- tales como la caída de un meteorito, una tormenta eléctrica o una sequía prolongada, y en lo cotidiano la lucha por la subsistencia contra fieras superiores a ella en fuerza y agilidad. Ante esta situación se generaría en la mente de aquellos primeros humanos la idea, vaga pero firme, de Algo superior al hombre, algo que pondría al hombre en el mundo y regiría las estaciones, las temporadas de floración y las migraciones de los animales; esto lo podemos constatar en las pinturas rupestres que han llegado hasta nosotros desde el Paleolítico (hace unos 40,000 años) en las cuales las escenas de cacería son mezcla de arte, magia y primitiva religión. 


No es de extrañar entonces que las religiones más primitivas recurrieran a “dioses” zoomorfos, o sea con características de animal y humano, como el Baal de los antiguos caldeos, el  Anubis y el Horus del Antiguo Egipto, o el Ganesh del hinduísmo. Sin embargo, al paso del tiempo el hombre comienza a comprender que el temor por las antiguas fieras es superado por el desarrollo de las armas y la domesticación de especies en otro tiempo salvajes; es aquí el momento en el cual surge la idea del dios antropomorfo, una deidad que se identifica ya con la figura humana y que en el Oriente Medio tuvo su expresión más acabada en la figura del Rey-Dios, que por gracia divina llega al dirigente de su pueblo y a la vez personifica al dios proveedor, tal es el caso de los emperadores persas en lo que fuera originalmente Babilonia y los emperadores chinos en el Oriente Lejano.


Ya al llegar la Edad Media el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam habían rechazado esta idea del Rey-Dios, pensando en un Dios Padre, impersonal, increado y a la vez creador de todo. Jesús de Nazareth mismo al referirse a su naturaleza divina resaltó la distinción entre el Padre y el Hijo, Verbo o Logos, que es Dios y hombre a la vez, pero que obedece al Padre y no es el Rey de las antiguas religiones pues su reino “…no es de este mundo”.  Este concepto de Dios habría de extenderse por el Oriente Medio y el Occidente Europeo. 


En el mundo medieval pues, se impone la idea del Hombre como un pálido reflejo de la Divinidad. Esto se puede apreciar en el arte del medievo, donde prácticamente no existe el hombre cotidiano, sino sólo representaciones de íconos religiosos en los cuales, si es que llega a representarse al pueblo, éste aparece sin dimensión, “plano” podríamos decir, siempre pequeño ante figuras como la Santísima Trinidad, la Virgen, los Santos o prelados y ocasionalmente los reyes, que finalmente se representan con tamaño superior pues su importancia emana de la voluntad divina y su unión con Dios. 


En el Medievo europeo la Biblia fue considerada como la revelación de la Verdad, por lo cual no se admitía interpretación o estudio alguno de la naturaleza que se saliera de dicha revelación, siendo un peligro el oponerse o siquiera disentir con lo establecido por la Iglesia; en Oriente Medio el Corán vino a ejercer esta misma autoridad inconmovible.


Por el momento haremos un receso para volver en la siguiente edición con la exposición del enorme cambio que ocurrió al terminar la Edad Media en el siglo XV y el advenimiento del Renacimiento, un movimiento cultural que habría de colocar al Hombre en el centro del Cosmos, liberándolo de la autoridad eclesial y valorando por primera vez en la historia a la humanidad como guía de su propio destino.

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