martes, 7 de noviembre de 2017

La intuición Bruno-Einstein
Por Sergio Jimarez

Giordano Bruno fue un astrónomo, filósofo y poeta italiano que nació en 1548, inició sus estudios dentro de la orden de los Dominicos y terminó sus días quemado vivo en la hoguera sentenciado por la inquisición de herejía. Su comportamiento, enseñanzas y manifestaciones iban en contra de la doctrina católica de ese entonces, particularmente hablando de la creación y del hombre como único ser capaz de entender un origen divino hecho sólo para él, sin embargo, su visión tenía una concepción más amplia hacia lo que significaba un ser creador de todo el universo, y es que para él, no tenía sentido que el universo sólo se limitara a lo que estaba destinado para el hombre.

Giordano Bruno pensaba mucho acerca de la condición de la tierra en el universo. La idea geocéntrica ubica a nuestro planeta como el centro del universo donde el sol y todos los astros giran en torno a ella. Pero para Giordano Bruno la idea de un universo finito simplemente no cabía en su cabeza; él imaginaba que si se podía llegar a la frontera de la tierra, más adelante iba a encontrar otra frontera que nuevamente se podía rebasar, y si siguiera avanzando encontraría nuevamente otra frontera y otra más sucesivamente; y dadas estas condiciones iterativas tendrían que existir más soles, más tierras y más estrellas; incluyendo seres vivos o algún otro tipo de vida.
Perseguido durante muchos años y acusado de rebeldía; Giordano Bruno no hizo de lado sus fundamentos y raciocinio, basó sus estudios en las contribuciones de Copérnico, mismas que al final resultaría verdaderas. Años más adelante, Newton dictaría las leyes de la mecánica clásica que basa los principios de la dinámica celeste y posteriormente Albert Einstein revolucionaría la física con sus teorías. Giordano Bruno y Albert Einstein tuvieron mucho en común al percibir de una manera peculiar los fenómenos físicos, usaron principalmente su imaginación.
Para Newton, la fuerza de atracción era una acción inmediata, es decir, en el momento en que aparece una masa ésta interactúa con los demás cuerpos y entre más cerca estén, mayor sería la magnitud de la fuerza; pero para Albert Einstein algo le faltaba e hizo un pequeño ejercicio imaginativo; recreó en su mente la interacción de la tierra con el sol y se preguntaba qué es lo que pasaría si el sol de repente desapareciera, según la concepción de Newton, en ese instante la tierra dejaría su órbita y comenzaría un camino en línea recta alejándose al espacio pero a Einstein no le convencía esa acción inmediata; para él, debería existir algo que condujera la “información” de que el sol ya no estaba a la tierra y siendo así, ¿cuánto tiempo debería tardar en viajar? Su respuesta fue que la rapidez con que debería darse esta interacción debía ser la velocidad de la luz porque la única manera de saber que un cuerpo está o no está sería verlo; por lo tanto en el momento en que el sol desapareciera y que la tierra abandonara su órbita existía un tiempo de retraso; este ejercicio mental lo ayudó a describir el espacio-tiempo como una condición física interrelacionada y no como dos conceptos separados.
Muchas veces la imaginación ha dado paso a grandes descubrimientos, lo que hoy sólo es ciencia ficción más adelante formará parte de nuestra vida cotidiana; los submarinos, la telefonía y los viajes espaciales hoy son un hecho, pero nacieron en mentes curiosas que un día despertaron y se preguntaron, ¿Qué pasaría si…? Hoy el cine y la literatura nos entretienen con viajes interestelares, teletransportación y robots; ¿Qué imaginaremos el día que esto se vuelva real?
Para la imaginación no hay límites, la mente humana puede ser igual de infinita que el propio universo y cada idea en cada cabeza podría tener una pieza que describa esta realidad.

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