La
intuición Bruno-Einstein
Por Sergio Jimarez
Giordano Bruno fue un
astrónomo, filósofo y poeta italiano que nació en 1548, inició sus estudios
dentro de la orden de los Dominicos y terminó sus días quemado vivo en la
hoguera sentenciado por la inquisición de herejía. Su comportamiento,
enseñanzas y manifestaciones iban en contra de la doctrina católica de ese
entonces, particularmente hablando de la creación y del hombre como único ser
capaz de entender un origen divino hecho sólo para él, sin embargo, su visión
tenía una concepción más amplia hacia lo que significaba un ser creador de todo
el universo, y es que para él, no tenía sentido que el universo sólo se
limitara a lo que estaba destinado para el hombre.
Giordano Bruno pensaba mucho
acerca de la condición de la tierra en el universo. La idea geocéntrica ubica a
nuestro planeta como el centro del universo donde el sol y todos los astros
giran en torno a ella. Pero para Giordano Bruno la idea de un universo finito
simplemente no cabía en su cabeza; él imaginaba que si se podía llegar a la
frontera de la tierra, más adelante iba a encontrar otra frontera que
nuevamente se podía rebasar, y si siguiera avanzando encontraría nuevamente
otra frontera y otra más sucesivamente; y dadas estas condiciones iterativas
tendrían que existir más soles, más tierras y más estrellas; incluyendo seres
vivos o algún otro tipo de vida.
Perseguido durante muchos
años y acusado de rebeldía; Giordano Bruno no hizo de lado sus fundamentos y
raciocinio, basó sus estudios en las contribuciones de Copérnico, mismas que al
final resultaría verdaderas. Años más adelante, Newton dictaría las leyes de la
mecánica clásica que basa los principios de la dinámica celeste y
posteriormente Albert Einstein revolucionaría la física con sus teorías.
Giordano Bruno y Albert Einstein tuvieron mucho en común al percibir de una
manera peculiar los fenómenos físicos, usaron principalmente su imaginación.
Para Newton, la fuerza de atracción
era una acción inmediata, es decir, en el momento en que aparece una masa ésta
interactúa con los demás cuerpos y entre más cerca estén, mayor sería la
magnitud de la fuerza; pero para Albert Einstein algo le faltaba e hizo un
pequeño ejercicio imaginativo; recreó en su mente la interacción de la tierra
con el sol y se preguntaba qué es lo que pasaría si el sol de repente
desapareciera, según la concepción de Newton, en ese instante la tierra dejaría
su órbita y comenzaría un camino en línea recta alejándose al espacio pero a
Einstein no le convencía esa acción inmediata; para él, debería existir algo
que condujera la “información” de que el sol ya no estaba a la tierra y siendo
así, ¿cuánto tiempo debería tardar en viajar? Su respuesta fue que la rapidez
con que debería darse esta interacción debía ser la velocidad de la luz porque
la única manera de saber que un cuerpo está o no está sería verlo; por lo tanto
en el momento en que el sol desapareciera y que la tierra abandonara su órbita
existía un tiempo de retraso; este ejercicio mental lo ayudó a describir el
espacio-tiempo como una condición física interrelacionada y no como dos
conceptos separados.
Muchas veces la imaginación
ha dado paso a grandes descubrimientos, lo que hoy sólo es ciencia ficción más
adelante formará parte de nuestra vida cotidiana; los submarinos, la telefonía
y los viajes espaciales hoy son un hecho, pero nacieron en mentes curiosas que
un día despertaron y se preguntaron, ¿Qué pasaría si…? Hoy el cine y la
literatura nos entretienen con viajes interestelares, teletransportación y
robots; ¿Qué imaginaremos el día que esto se vuelva real?
Para la imaginación
no hay límites, la mente humana puede ser igual de infinita que el propio
universo y cada idea en cada cabeza podría tener una pieza que describa esta
realidad.
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