Costumbres y tradiciones.- Estos días que fueron de lluvia y bajas temperaturas, sirvieron para que los trabajadores de los cafetales se quedaran en sus jacales. Algunos aprovecharon para partir leña y otros, como el viejo cortador, aprovecharon para arreglar el gallinero. “Hay que cuidar a los animalitos que nos proporcionan alimento”. Ayudado a ratos por el nieto luego de regresar de la escuela, el sabio veterano de las laderas le explica al muchacho, que desde siempre los animales han estado a lado del hombre proveyéndolo de comida, protección, trabajo y compañía. “Aprendimos a ver los animalitos con respeto y cariño. Pollos, cerdos, patos, chivas, borregos, vacas y conejos, nos han alimentados desde siempre. Perros y gatos nos acompañan, nos cuidan y nos protegen. Y nuestros burros, mulas y caballos, han ayudado con su fuerza en el trabajo del campo. Los valoramos y los cuidamos, a veces hasta los bendecimos. Pero siguen siendo eso: animales”. Al ver la cara de incertidumbre del jovenzuelo, que no entendía la referencia, el paciente abuelo, con la sabiduría que le ha dado el tiempo, le explica: “El pasado temporal que cayó en la finca después de la cosecha, nos dio el pretexto para ir a la ciudad a visitar a los compadres. Pues resulta que con sorpresa vimos que, sobre todo las mujeres, han elevado a los animales a la categoría de humanos. ¡Sí, los tratan como miembros de la familia! Sobre todo a los perros o a los gatos, los cuidan más que a los parientes. Los han ocupado, tal vez sin darse cuenta, en sujetos para verter su afecto a falta de capacidad para hacerlo con otro ser humano. ¡Es increíble! En el campo nunca habíamos visto eso. Lo malo es que, sobre todo a los perros, los han hecho débiles, enfermizos e inútiles. Nosotros aprendimos que el perro comía huesos y las sobras de la comida, lo enseñábamos a perseguir ‘al animal’ eran cazadores, compañeros y guardianes, fuertes y valientes. Ahora en la ciudad, no se pueden mojar, no comen cualquier cosa, los abrigan o se enferman, duermen en la cama con los dueños, son miedosos, no cuidan, son chiquiones y sangrones. Pero bueno… ¡Cómo han cambiado los tiempos!. Ahora muchas mujeres y hasta parejas, prefieren mascotas que tener hijos. ¡Hazme favor!...” Como vio que el chamaco entendió perfectamente el mensaje, pues en la escuela tiene amigas con esas características, prefirió cambiar la plática: “M’ijo, mañana nos vamos a Monte Blanco, allá en Teocelo, a la festividad de San José, se pone muy buena la fiesta; hay carreras de caballos y jaripeo, comida y cerveza en todos lados, la gente es cordial y generosa, tengo muchos amigos allá. Antes íbamos a Zimpizahua, pero ya murió mi compadre David, que era muy buen anfitrión. Y ya el lunes nos vamos a La Isleta, también festejan al ‘Pater Putativus’, por eso se le llama PP o Pepe. Ahí los cañeros también se lucen con la pachanga, buenas carpas y buenos bailes, sin faltar el ‘quema chipo’ de Mahuixtlán. Hay que cumplir con la festividad del Santo patrono”. El nieto, aunque ya un poco influenciado por la tecnología y las redes sociales, entiende y valora lo que significa para el viejo campesino cultivar y conservar las viejas amistades. Aprende de las enseñanzas que el viejo zorro le inculca, pues sabe que sus lecciones fortalecen los valores de las familias campesinas, que luchan contra corriente para conservar sus costumbres que las han mantenido unidas y afianzadas en un ambiente de armonía sincera y franca fraternidad…
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