Paranormal bajo cero grados.
Como decía mi tía Eduviges, si algo no está bien, está mal, pero si es tamal está bien.
Mario Moreno “Cantinflas”.
Les quedé a deber la vez pasada, lo del relato misterioso e inexplicable que sucedió en 1999, cuando escalamos el Pico de Orizaba con mi amigo José Luis Molina Martínez de la ciudad de México. Les comenté que realmente no vi nada y sin embargo fui el protagonista de esta espeluznante experiencia.
Dormir en el albergue de Piedra Grande es de verdad toda una odisea. La altura a la que se encuentra hace muy complicado por la noche alcanzar un sueño profundo y reparador. El simple hecho de voltearse dentro de la bolsa de dormir, exige un esfuerzo que lo hace a uno jadear, como si se hubiese corrido a gran velocidad. Es probable que se tengan lapsos de sueño de los cuales ni siquiera se percata. El caso fue que la escalada se desarrolló exactamente la noche y madrugada de nuestra celebración de muertos. Éramos los únicos en ese lugar remoto y alejado del mundo. Afuera, una impresionante luna llena alcanzaba a iluminar también el interior del albergue. En diciembre José Luis vino a Coatepec a pasar el fin de año, fue cuando me mostro una fotografía del ascenso entre muchas más había tomado con su cámara. En ella -que curiosamente fue exactamente la última del rollo- se logra apreciar un presunto platillo volador, que parece ir saliendo del cráter.
Fueron muchos eventos raros, otro ocurrió exactamente al ir arribando a la cumbre del coloso mexicano, que también se los detallaré en otra colaboración. Después de ver las fotos e intentar encontrar una explicación lógica a la gráfica del Ovni, Pepe me dijo algo que sinceramente, primero se me hizo muy gracioso, teniendo la seguridad de que se trataba de una broma de mi amigo, pero sin embargo no fue así. “Compadre te platico algo que paso contigo y que no me animaba a decírtelo, pero la noche que estuvimos en octubre en Piedra Grande, sucedió algo muy, pero, muy extraño”. “No podía dormir, ya ves que hacia un frio intenso, me movía con frecuencia dentro de la bolsa, tu hacías lo mismo, a las 3 de la mañana, al voltearme nuevamente, vi que estabas haciendo lo que me pareció una forma de abdominal, supuse que lo hacías como un ejercicio para entrar en calor, tu cuerpo hacia una perfecta escuadra. Sin embargo lo curioso fue que estabas absoluta y totalmente estático. Estabas afuera de la bolsa”. Cuando pude percibir el tono serio de mi compañero, la verdad sí me comencé a preocupar. Le dije que por qué no me había despertado, en un tono aún más preocupante agregó: “Compañero me dio mucho miedo porque además también alcancé a distinguir entre la penumbra suave que existía en el interior, que tenías los ojos bien abiertos como platos”.
“Lo que hice fue meterme y taparme la cara con el sleeping, no quería seguirte viendo, daba miedo hacerlo, pasaron muchos minutos y cuando me atreví a asomarme para volverte a ver, ya estabas nuevamente dentro de tu bolsa de dormir”. Este evento fue parte de cuestiones muy raras y misteriosas que envolvieron aquel ascenso al Pico de Orizaba en 1999. Aun con todo esto que les comparto con las reservas normales, todo podría tener una explicación lógica. Sin embargo la mejor opinión la tendrán mis escasos lectores, a quienes sigo agradeciendo el favor de su tiempo para leer esta columna que pretende ser amena.
Y también como alguna vez me dijo a manera de broma un amigo, Rafael Garcidueñas Cepeda cuando en aquellos años leyó el reportaje que Diario de Xalapa nos dedicó hablando de la fotografía del Ovni. “Ramón sabía que chupabas, pero no que te las tronabas cuando escalas”.
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