La curiosidad del humano y su necesidad por explicar lo que sucede a su alrededor ha dado paso al conocimiento real y verdadero, ese que permite la total descripción de la realidad dentro del alcance permitido; la ciencia, como la acumulación de saberes es el acervo del hombre, al cual siempre puede recurrir. En la antigüedad, la ciencia iba acompañada de misticismo, el desarrollo tecnológico caminaba de la mano con los mitos y leyendas. Al paso de los siglos la necesidad de recurrir a las cuestiones esotéricas disminuyó pero con la llegada de edad media, cuando la religión católica se expandió, era juez y parte de todo aquello que debía publicarse en cuando a ciencia, es por eso que el progreso de la humanidad se vio mermado durante varios siglos.
Las ideas que iban en contra de lo que dictaba la religión eran juzgados y muchas veces sus autores castigados, penas que iban desde el encarcelamiento hasta la muerte en algunos casos; aun así, siempre hubo personas interesadas en que vieran la luz diferentes tipos de descubrimientos a pesar de lo arriesgado que era la situación.
Nicolás Copérnico, astrónomo polaco, es conocido por su teoría heliocéntrica que había sido descrita ya por Aristarco de Samos, según la cual el sol se encontraba en el centro del universo y la tierra, que giraba una vez al día sobre su eje, completaba cada año una vuelta alrededor de él.
Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en la ciudad de Thorn, en el seno de una familia de comerciantes y funcionarios municipales. El tío materno de Copérnico, el obispo Ukasz Watzenrode, se ocupó de que su sobrino recibiera una sólida educación en las mejores universidades. Nicolás ingresó en la Universidad de Cracovia en 1491, donde comenzó a estudiar la carrera de humanidades; poco tiempo después se trasladó a Italia para estudiar derecho y medicina. En enero de 1497, Copérnico empezó a estudiar derecho canónico en la Universidad de Bolonia.
En 1500, Copérnico se doctoró en astronomía en Roma. Al año siguiente obtuvo permiso para estudiar medicina en Padua (la universidad donde dio clases Galileo, casi un siglo después). Aunque nunca se documentó su graduación como médico, practicó la profesión por seis años en Heilsberg.
A partir de 1504 fue canónigo de la diócesis de Frauenburg. Durante estos años publicó la traducción del griego de las cartas de Theophylactus (1509), estudió finanzas y en 1522 escribió un memorando sobre reformas monetarias.
Sus trabajos de observación astronómica practicados en su mayoría como ayudante en Bolonia del profesor Doménico María de Novara dejan ver su gran capacidad de observación. Fue un gran estudioso de los autores clásicos y además se confesó como gran admirador de Ptolomeo, cuyo Almagesto estudió concienzudamente. Después de muchos años finalizó su gran trabajo sobre la teoría heliocéntrica en donde explica que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra sino al contrario.
Esta teoría sin embargo también requería de complicados mecanismos para la explicación de los movimientos de los planetas, debido a la perfección de la esfera. Estimulado por algunos amigos, Copérnico publica entonces un resumen en manuscrito. En sus comentarios establece su teoría en 6 axiomas, reservando la parte matemática para el trabajo principal, que se publicaría bajo el título “Sobre las revoluciones de las esferas celestes”.
A partir de aquí la teoría heliocéntrica comenzó a expandirse. Rápidamente surgieron también sus detractores, siendo los primeros los teólogos protestantes aduciendo causas bíblicas. En 1616 La iglesia Católica colocó el trabajo de Copérnico en su lista de libros prohibidos.
La obra de Copérnico sirvió de base para que, más tarde, Galileo, Brahe y Kepler pusieran los cimientos de la astronomía moderna y hoy en día el conocimiento que poseemos es tan amplio que si pudiera verlo Copérnico sentiría una gran emoción de saber que gracias a él muchos científicos pudieron apoyarse para ver más allá.
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