lunes, 13 de agosto de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez

No me gustan los relojes, y vaya paradoja, soy religiosamente puntual. El monótono tic-tac del segundero me provoca cierta nostalgia, cuando no, irritación; la incansable velocidad con la que traza su círculo estúpido nunca deja de ser sorpresa. Desconozco si es bueno o malo, pero machaca en mi conciencia la terrible levedad del ser, lo frágil que resulta la propia existencia y me recuerda con cierto sadismo, que la persistencia con que veloz recorre su órbita, es la misa con que, inexorable, nos acerca al destino fatal.

La reflexión surge generosa pero transparente. Si el tiempo es un bien que se nos otorga de manera limitada y que se agota bien pronto, conveniente sería replantear la lógica del sentido de la vida para darnos la oportunidad, con la holística de nuestros sentidos, de sorprendernos por las maravillas del mundo y la fuerza de los sentimientos, para hacer cosas que se dejan de hacer y vencer la inercia de la rutina.

Generar riqueza, acumular bienes, hacer próspera una empresa o negocio, arrancarle los frutos a la tierra, alcanzar saberes, lograr el éxito profesional a golpes de esfuerzo y tesón, sin duda es altamente meritorio y motivo de profunda satisfacción, pero con todo, la vida es más que eso, quien sobrio no ha visto una madrugada desde la ventana, la terraza o la inmensidad del campo, el esplendor de la luna llena, algo hermoso le falta por vivir; al igual que quien no ha sentido el fresco contacto de la arena húmeda caminando en la playa de la mano de un ser querido un amanecer cualquiera. Quien no ha sentido la madurez de un buen vino que suave te enciende la garganta que se anima a intentar un tono en compañía de los buenos amigos, algo le está faltando. Cuando el tiempo no alcanza para visitar al que está aprisionado en el infortunio, significa que el rumbo se ha extraviado. Cuando el mayor placer se encuentra en el abandono a los brazos seductores de Morfeo o se recurre a inútiles sucedáneos en el afán insano de una patética alegría, realmente se renuncia al disfrute auténtico del vivir.

Cuando muy a mi pesar quedo absorto mirando el segundero, pienso en los muchos ‘te quiero’, ‘lo siento’, ‘perdón’, ‘ánimo’, ‘cuantas conmigo’; que pude haber pronunciado y no lo hice. Pienso también en los ‘ya basta’, ‘no entiendes’, ‘me fastidias’, ‘eres o te haces’, ‘me decepcionas’; que sin razón he dicho solo por herir. Creo que a pesar de lo efímero que suele ser todo, hay tiempo suficiente para que, primero con una mirada retrospectiva y luego en prospectiva, corregir entuertos, rectificar yerros, perderse a sí mismos, aceptarse como tal, y procurarse sin los excesos de la egolatría, para así, poder aspirar a una vida consiente basada en el aprovechamiento inteligente del tiempo, dimensionando las cosas en su justa medida, con la humildad y la sencillez indispensables para percatarse de la existencia de las maravillas que Dios pone el alcance de nuestros sentidos a través de un mundo cuya espectacularidad solo puede emanar de un principio divino. Imposible comprenderlo bajo la idea de una generación espontánea o de una evolución sin memoria.


***  En esta ocasión, quiero aprovechar para hacerle llegar una sincera Felicitación a mi hija Ana Laura, con motivo de su boda; expresándole el orgullo que tengo por sus éxitos y decisiones. Te amo con todo mi corazón, hija, recuerda que tu felicidad es también la mía. Nunca olvides que si has llegado a este momento es porque elegiste al hombre indicado para ti. Formas una familia fundada en el amor y los valores, lo que la convierte en indestructible. Felicitaciones a ambos…

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