LINCHAMIENTOS
El pasado día 14 de septiembre se cumplieron 50 años de aquel linchamiento de un pequeño grupo de trabajadores de la BUAP (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla). Sucedió en el poblado de San Miguel Canoa, muy cerca de la Angelópolis a solo 12 kilómetros.
La intención de los cinco trabajadores universitarios era escalar La Malinche, una montaña cercana y disfrutar de una experiencia de convivencia con los habitantes que se encontraran a su paso.
La fatídica tarde, ellos llegaron al pueblo, en medio de una lluvia que los acompañó en su afán de decidir finalmente el lugar adonde pernoctarían. Desde su llegada, fueron vistos con recelo y gradualmente se fue tejiendo un activismo silencioso con la intención de acabar con ellos.
“Los comunistas”, habían llegado a Canoa, “los hijos del Diablo” ya caminaban por el pueblo. Acontecimientos ligados al Movimiento Estudiantil del 68, que México experimentaba y su liga al comunismo, a la protesta juvenil simbolizada por la bandera rojinegra izada en el zócalo en la capital del país, fueron argumentos manipulados para convencer y prejuzgar las intenciones de los excursionistas recién llegados.
Confundidos, los lugareños urdieron “salvar” al cura Enrique Meza de las malas intenciones de los forasteros. Finalmente al obtener alojamiento por Lucas, un campesino crítico de los abusos del sacerdote, una turba enloquecida, irrumpió sorpresivamente en la casa donde los trabajadores universitarios conversaban.
Sitiados por el pueblo enardecido en medio de los toques de las campanas de la iglesia del lugar, al introducirse instantáneamente a la vivienda y sin escape, con un artero golpe de hacha dio inicio la actividad sangrienta de cegar vidas y castigar a los “enemigos” de Dios, del Príncipe Miguel (santo Patrono del pueblo), de la religión, de la patria y de la Santa Madre Iglesia.
Fueron conducidos por varias calles del pueblo golpeándolos, mutilándolos furiosamente por una chusma enloquecida. El sacerdote permaneció oculto en el templo, observando sádicamente la horrenda masacre popular dirigida contra los inocentes visitantes.
Con la llegada de la policía y los servicios de auxilio, el castigo multitudinario concluyó. No existió castigo ni a los instigadores ni a los homicidas, ninguna averiguación, ni una sola detención.
En México, a cincuenta años, los linchamientos siguen ocurriendo, la práctica de la justicia por propia mano es un recurso desesperado ante la falta de respuesta de las áreas de seguridad pública. Aún en nuestro municipio observamos anuncios colocados por vecinos previniendo a los delincuentes la práctica del linchamiento, que es una invitación a convertirse en justiciero, en ocasiones sin un juicio previo y con la posibilidad de que el castigo sea equivocado, la sangre y la violencia continúan salpicando la vida pública, la Historia nos demuestra que nuestro país y su cotidianidad está vinculada con la sangre.
En el México contemporáneo, donde el 2 de octubre en Tlatelolco nos remite a la masacre popular, que no se olvida, curiosamente a 50 años de aquellos acontecimientos, hay elementos, rostros personajes y circunstancias vinculadas con la sangre, la impunidad y la corrupción que parece que hemos olvidado pero que volveremos a padecer, con nuevos cargos, finos ropajes y una memoria colectiva que sigue manteniéndolos muy presentes..
Somos un pueblo que nos complace jugar con la memoria y disfrutar de la sangre y la violencia.
Contacto: hectorhernandezparra@gmail.com
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