lunes, 29 de octubre de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez

Las voces del miedo.-

El presidente electo, ahora sí legítimo, dice respecto de las opiniones que no coinciden con sus ideas, que son las voces del miedo, expresión que denota desdén por quienes tienen una visión política diferente a la suya. Ello es sumamente preocupante, pues en cualquier régimen de gobierno que se precie de ser democrático, la oposición cuando menos, se respeta.

No es casual que connotados analistas, académicos, intelectuales, instituciones, organismos públicos y privados tanto del ámbito nacional como internacional, manifiestan preocupación por lo dicho y hecho por el presidente electo, pasada la elección y antes de la toma de posesión. Es cierto, en muchas de las voces críticas y en muchos de los ‘sin voz’ subyace el miedo. Los mexicanos tenemos miedo al autoritarismo y a la intolerancia, al retorno a tiempos y prácticas que creíamos desterradas, a la pérdida de confianza de nuestro país frente al mundo; miedo a que el desprecio por las instituciones se oficialice desde la más alta magistratura, miedo a la ‘sin razón’.

Para muestra un botón. Cada día que pasa suman las voces, muy autorizadas por cierto, que califican a la consulta pública para determinar el lugar donde construir el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, como demagogia pura, una farsa que se monta sobre la creencia de que la ciudadanía se volcará en apoyo a su postura. Sobre el tema, la decisión debe fundamentarse en la opinión de los técnicos y de los expertos, pensando siempre en el interés supremo del país y de su gente.


Sé que vendrás.-

Ignoro si eres punto de partida o de llegada, si eres premio o castigo, amorosa como una novia o impía como una hiena. Tocas la puerta de mi vida y no abro, te dejo pasar de largo, te digo que aún no es tiempo. Sé que vendrás sutil o con alarde, llegado el momento, serás puntual en la cita. Impones, en lo singular de nuestra cultura te convertimos en motivo de mofa, de desprecio y provocación, hay quienes dicen adorarte, pero al final del día, habrá que reconocer, que guardamos un temor reverencial. Inútil resulta cualquier afán en evitarte; no distingues, si los tuyos fueran dones, alcanzarían para todos, no tienes preferencias, no te inclinas ante el poder y la riqueza, no te seduce la belleza ni horroriza la frialdad, ni respetas la maldad, bajo la sombra de tu manto cabemos todos. Hay quienes segados por la soberbia y la vanidad parecen olvidarlo. Allá ellos, también tendrán tu visita puntual. También recibirán tu beso…

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