lunes, 6 de enero de 2020

Cerca del Cielo. Por: José Ramón Flores



Sin agua en el Everest


En abril de 2017, Eliza Torres Nava me comentó telefónicamente desde Estados Unidos que, Ricardo, su hermano, vendría a dar una conferencia a Xalapa, a empleados de Coppel. Era exclusiva, sin acceso a público y sin cobertura periodística. Finalmente, Ricardo consiguió que junto con mi hijo, Carlos Ramón, tuviéramos acceso y un lugar preferente en el evento. Más de 400 trabajadores de este consorcio abarrotaron el lugar en un amplio auditorio de un conocido hotel.

La conferencia motivacional es una narración completa de la conquista de las montañas más altas de cada continente, realizada por el alpinista de Nueva Rosita, Coahuila. Ricardo Torres Nava tiene la magia del relato, consigue que uno se ponga los crampones y tome un piolet, para ir subiendo por peligrosas y espeluznantes pendientes duras como el metal, pero también con la sutileza del jabón, donde un solo resbalón lo puede a uno hacer volar como un pájaro en el precipicio. Hay momentos en que, igual que en el Everest, siente uno latir en el corazón; tambores de guerra por el esfuerzo brutal y casi criminal que exige el techo del mundo.

Pasajes de la conferencia lo ponen a uno prácticamente al borde de la butaca, como cuando en Pachuca, escalando en las paredes rocosas de Las Ventanas, fueron sorprendidos por una fuerte tormenta eléctrica. Ricardo lo platica de tal manera que casi puede uno sentir las descargas eléctricas de los rayos en la pared que hacían que los alpinistas se sacudieran por la electricidad. Uno de ellos fue víctima de un ataque de pánico que puso en serio peligro la vida de los tres escaladores.

Le he preguntado a Ricardo cómo ha podido salir con vida de semejantes embrollos en las montañas. Me ha comentado que siempre ha practicado la meditación y que ha podido, con ejercicios de respiración, superar momentos de pánico. Puedo decir por experiencia, que en una pared en Bolivia, viví momentos de terror y miedo. Si no se consigue sobreponer, todo viene en cascada, todo se sale de control; sentir el sabor del miedo en la garganta y nariz es algo horrible y los segundos se viven como si fueran siglos. Es algo muy desagradable que hay que saber sobreponer.

Hay una parte de la conferencia del primer mexicano y latino en la cumbre del Everest relacionada con el agua y su vital utilidad. Relata cómo los supervivientes de los Andes podían transformar el hielo en agua. No basta la luz solar para derretir el hielo. Conseguir escasas gotas de agua se convierte en toda una odisea. Es una carrera contra la muerte, el organismo puede soportar algún tiempo sin consumir alimentos, pero sin agua, el ser humano se colapsa.

Ricardo salió con los sherpas, en el último y definitivo tramo hasta la cumbre del Everest. Es curioso que durante la noche, las temperaturas se caen hasta lo más profundo. Pero durante el día, el sol llega a ser calcinante, provocando una sed que quema la garganta. Ya había salido el sol y los tres alpinistas subían lenta y penosamente rumbo a la cumbre. La sed hizo su aparición y Ricardo relata que con angustia se dio cuenta de que había olvidado su botella con el líquido vital en el campamento. Se los hizo saber a los sherpas quienes de manera solidaria compartieron su agua con él. Uno se pregunta si habrá quien haga lo contrario. La respuesta es sí. Casos donde los alpinistas pasan de largo -en la búsqueda fría y mecánica por llegar a la cumbre- junto a alpinistas accidentados o víctimas de infarto por el esfuerzo sin siquiera voltear a verlos.

Un detalle como el ocurrido a Ricardo, le pudo costar la vida en los confines del Himalaya. A pesar de que llega a surgir la arrogancia y el egoísmo a 8 mil metros de altura, siguen sucediendo los pequeños milagros de cooperación y solidaridad en las montañas. Ricardo concluye su conferencia riéndose de la vida y sobre todo de sí mismo. La última parte de la conferencia es un relato de otra de sus pasiones: el buceo. Viajó a Chile para bucear con otro mexicano en la laguna más alta del mundo, que se encuentra en el interior de un volcán en los Andes chilenos. Una falla en su equipo de oxigenación casi lo mata cuando estaba en lo profundo de esta laguna. Remató diciendo: “fue cuando me dije que ya había que parar, no más montañas ni más buceo. Era el momento de ponerme a hacer algo productivo”.

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