lunes, 6 de enero de 2020

DESDE LA FINCA



Feliz año nuevo.- La actividad en la finca se realiza en forma normal, pues los campesinos no se toman días de descanso con motivo de la navidad o del año nuevo. El corte de café no permite descansos, hay que aprovechar que la cosecha está buena y el precio del café ha mejorado. Sin embargo, los campesinos tampoco pueden sustraerse totalmente de la propaganda comercial de las fiestas de fin de año y es tema recurrente de conversación. Que si la cena, que si Jesús nación en marzo, que si es inicio de una década, que llegan los Santos Reyes o que es año bisiesto. “Ahí viene el abuelo, vamos a preguntarle su opinión sobre el año nuevo”. El viejo sabio campesino curtido por muchos inviernos y cuereado por muchos jornales, llega con un joven cortador al que le viene explicando: “Las cabañuelas, son un método antiguo utilizado por los indígenas de las civilizaciones prehispánicas y hasta la actualidad, por los campesinos, para pronosticar el clima concebido durante el año a partir de la observación del tiempo durante el mes de enero. Además, lo utilizaban y popularizaron los pastores que vivían durante el verano en las ‘cabañas’ de las montañas, de ahí su nombre”. Esperan a que concluya su cátedra y entonces le preguntan: “Abuelo, ¿Qué piensas del año nuevo? ¿Cuáles son tus propósitos para este 2020?.. A lo que el viejo carcamán, conocedor de los solsticios y equinoccios, lector de las estrellas y docto en filosofía hermética, responde con autoridad: “Ser feliz y hacer feliz a quienes tengo cerca. El cambio de año es solo una fecha. La vida es de ciclos, como el día y la noche o como las estaciones. Sin embargo nos sirve para reflexionar y percatarnos del paso del tiempo. Todo lo que tenemos es el día a día para que lo vivamos con pasión y disfrutemos al máximo, haciendo el bien, sirviendo al prójimo y llenos de alegría. El buen humor y la felicidad mejoran la salud. Los agrios y malmodientos, se enferman. Necesitamos dejar de crear problemas, reclamar cosas insignificantes, y evitar siempre todo aquello que nos traiga problemas. Vale la pena examinarnos sobre lo que hemos hecho. Nacemos sin traer nada, morimos sin llevarnos nada. Y lo triste es que en el intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por lo que no trajimos y aún más por lo que no nos llevaremos. Vivamos más, amemos más. La armonía es fundamental. Entendamos siempre al otro y seamos más felices”. Hace una breve pausa para darle un trago a su calabazo de agua fresca. Se limpia la boca con las mangas de su raída camisa y continúa: “El año que terminó, ya se fue. Solo queda evaluarlo. Valorar todo el aprendizaje nos dejó. Tanto de los momentos buenos, como en los difíciles. Dar gracias por todo. Por otra parte, el año que comienza va a tener 366 maravillosos días que ofrecen la oportunidad de hacer las cosas mejor. Hay que ser consciente de uno mismo, del desarrollo espiritual, de las decisiones que se toman y de sus resultados. Trazar un plan. Fijar un rumbo. Renunciar a querer cambiar a la gente para que se adapte a lo que a uno le gustaría. Trabajar el respeto y la aceptación. Renunciar a culpar a la gente de lo que nos pasa. Dejar el papel de víctima y asumir la vida con responsabilidad. El trabajo siempre es interno. Los cambios se hacen dentro de cada quien. Lo de afuera no es sino una proyección de lo que hay dentro de uno. Cuando uno cambia, las cosas cambian también. Hay que hacer las cosas bien. Y sobre todo, sobre todo, hacer las cosas con amor. Esa es la clave”. La profunda reflexión dejó pensativos a quienes lo escucharon. Agradecieron la enseñanza y entendieron que el silencio del viejo solo significaba una cosa, que había que seguir chambeando, pues el corte está bueno, el clima es muy generoso y el tiempo vuela…


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