Esta afectación de la conducta humana se puede observar en la actitud asumida por algunas personas, cuando en un grupo social aparecen personas que se integran y suelen superar en conocimientos, habilidades a un sector inicial.
De forma instantánea surge una reacción humana que por lo general se manifiesta en un rechazo o una barrera invisible que nos indica que alguien puede amenazar nuestra estabilidad, ya sea social, laboral, artística o social. Como defensa puede utilizarse la descalificación o el ataque, de esta manera es evidente que no estamos siempre preparados para la integración o la apertura.
Nuestras barreras frente a la competencia son el egoísmo, la vanidad o la soberbia, fieras voraces que nos ciegan o nos desequilibran.
Procasto, de acuerdo a la mitología griega fue hijo de Poseidón que era la deidad relacionada con los mares; fue un bandido en Ática, península de Grecia, sus características la fuerza y su enorme estatura. Se dice que a sus víctimas solía llevarlas como prisioneras a un lecho donde los acostaba para someterlos a castigos que consistían en cortarles las extremidades o bien estirar sus cuerpos a fin de ajustar los cuerpos de las victimas al tamaño del lecho.
Una obsesión de no aceptar el tamaño o dimensiones de las personas y presentar como castigo a las diferencias que todos tenemos entre sí.
En todos los escenarios donde encontremos seres humanos es seguro encontrar una enorme diversidad en conductas, criterios y opiniones.
Es imposible que tengamos que castigar a quienes son diferentes.
La Libertad y los Derechos Humanos asoman sus postulados para que corrijamos nuestra tendencia a la intolerancia.
Correo electrónico hectorhernandezparra77@gmail.com
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