lunes, 27 de julio de 2020

Desde la Finca


Naturaleza y magia.- Los calores de canícula se dejan sentir en las fincas, sin embargo este año es diferente, pues a diario por las tardes han caído fuertes aguaceros que mitigan el calor del verano. Las chicharras con su estridente chirrido ambientan la finca que presenta un verde impresionante. La blanca floración de las matas de café va dando paso a pequeñas espigas verdes que pronto serán frutos. Los campesinos inician labores muy temprano para ganarle a la lluvia. En la pausa cordial de la comida, alrededor de la lumbre donde se disfruta de tacos y memelas, salen a relucir espléndidos chininis que son las estrellas del bastimento. Negros y brillosos por fuera y blancos y cremosos por dentro. Con salsa machacada en molcajete hacen la combinación perfecta sobre una tortilla calentada a las brasas. Se extrañan los chochontes y los guajes, como su efecto digestivo es explosivo, ya se ven poco y las generaciones actuales ya no los consumen. Para terminar, alguien saca unos mangos tocotines, que son muy dulces y mitigan el picante de la salsa de congos. La charla es amena y permite comentar tanto temas actuales, como añejas y tradicionales leyendas. Charadas y chascarrillos amenizan la reunión. El viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, ha permanecido callado, pero no falta quien le pica la cresta haciendo una pregunta que lo inspira a iniciar la esperada conferencia. “¿Abuelo, de niño alguna vez te perdieron los duendes?”... A lo que el veterano taumaturgo de las melgas, conocedor de planos paralelos y de las tradiciones ocultas, despejándose la garganta con un tosido, procede a explicar: “Los duendes son seres mágicos que habitan nuestra tierra, seres elementales que son guardianes del bosque y de la naturaleza, criaturas asombrosas que son parte de este mundo. Estos pequeños seres son habitantes de la tierra, el agua, el fuego, el aire y se distribuyen en los campos. Deambulan buscando niños pequeños para jugar o hacerles maldades. Solo los pueden ver quiénes son de corazón puro. El significado de la palabra “duende” significa ‘el que cuida la casa’, el que vigila. Celosos guardianes de la flora y fauna se encargarán de que todo esté en orden, y hay que tener mucho cuidado con los que traspasan los límites y vienen con malas intenciones. Quienes los han visto dicen que es una persona pequeña de más o menos medio metro de altura. Se les puede ver jugando por los potreros o cafetales a altas horas de la noche. Los viejos decían que a los duendes les gusta hacer pillerías, cómo perder a los niños engañándolos con dulces o juguetes para jugar con ellos y luego los devolvían.  A veces, los duendes proceden a ayudar en el oficio doméstico: barren la cocina, limpian el molendero, pican pasto, reparten plátano entre los terneros, fungen como protectores de los niños y hasta le traen comida a los dueños de la casa. Con la urbanización se han ido alejando. Algunos decían que tocan flautas de carrizo o tambores de madera y con su música encantan a los solitarios que se adentran al cerro sin protección contra el mal viento. Quienes han sido encantados son perdidos por los duendes llevándolos a lugares muy lejanos. Hay que entender que son seres espirituales que se encarnan en la materia, que aparecen y desaparecen. Es difícil verlos debido a que son escurridizos y movedizos, realmente difíciles de captar por el ojo humano. Les llama la atención el contacto con los humanos, por eso que se acercan más a nosotros y hay más experiencias con ellos. Suelen visitar nuestras casas, y si la energía de nuestros hogares les parece cómoda, podrían quedarse. Los espíritus de la naturaleza y los seres del plano en el que habitan ellos, el Plano Astral, se alimentan de la energía que emana los sentimientos de las personas…”. Entre curiosidad, emoción y algo de miedo, los campesinos agradecieron la cátedra, dijeron ‘buen provecho’ y se incorporaron a sus labores.

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