Los comportamientos sociales e individuales fueron modificándose en poco tiempo por la cuarentena y el aislamiento. Vemos conductas egoístas e individualistas producto del miedo o de la indolencia. Ejemplos sobran: comprar alimentos de manera exagerada, incumplir las normas sanitarias, viajar a pesar de la cuarentena, seguir organizando reuniones o festejos sin pensar en las consecuencias, etc.
A pesar de todo, todavía nos encontramos con ciudadanos solidarios. Algunos arman redes y cadenas de WhatsApp con mensajes positivos para personas infectadas, mostrando compasión y sensibilidad, otros en una acción solidaria, distribuyen alimentos o implementos sanitarios de protección o asepsia. Estas personas, que son muy diversas, se han dado cuenta que su tiempo “tiene más sentido” cuando pueden ayudar a otro, dándole una palabra de aliento, uniéndose a grupos como los que confeccionan cubrebocas o mascarillas para hospitales, haciendo campañas de concientización, etc.
No solo hay malas noticias por el número de infectados o muertes, sino también mensajes de esperanza y de querer acompañar al otro, para darle una visión más trascendente de la vida. Lo que vivimos hoy como humanidad tiene un sentido, que nos fortalecerá en valores, como la solidaridad. Los conceptos de ‘solidaridad’ en sus diversas acepciones, los vemos plasmados en la actualidad, donde la solidaridad se produce a todo nivel. Por un lado, los profesionales de la salud, médicos y enfermeras, que aportan sus conocimientos desde su solidaridad orgánica. Por el otro, los ciudadanos comunes que con sus gestos y sus creencias ayudan al otro desde la solidaridad mecánica.
Este “gran cambio” que se está viendo por el Covid-19, nos obliga a comprobar la necesidad del otro, el compartir, el generar conversaciones auténticas y profundas. Pasamos a ser más pacientes y tolerantes, a ver cómo administrar nuestro tiempo en casa y detenernos a mirar al que está a nuestro lado (un vecino, un compañero de trabajo, un amigo, o un conocido) para ver cómo poder ayudarlo, si necesita.
Finalmente la pandemia nos ha hecho reflexionar sobre la importancia de socializar en torno al bienestar colectivo. Cuidarnos a nosotros mismos, cuidar a la familia y a quienes tenemos cerca, para generar un efecto generalizado de protección mutua.
Lo importante es que todas estas acciones no sean pasajeras ni sólo a consecuencia de la pandemia. Que no se desvanezcan cuando todo pase, y que vaya más allá. Que sean las actitudes y los valores duraderos los que nos demuestren que las sociedades solidarias permiten transcender del individualismo y terminen construyendo puentes que nos unan a pesar de nuestras diferencias y, en definitiva, nos ayuden a vivir mejor.
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