¿Liderazgo a quien despierta desconfianza?
Esta es la historia de un hombre que se reunió con un grupo de personas que le convencieron de que su presencia era, no solo justa, sino necesaria en la política, que su liderazgo podría fortalecer a todo un movimiento y que su irrupción sería un acontecimiento digno de fanfarrias, bombos, platillos y alfombras rojas por doquier.
Este hombre, al que de ahora en adelante llamaremos “El aspirante”, salió de la reunión convencido que representaba un punto de inflexión o el hito que su comunidad esperaba. Lo cierto es que el mundo seguía girando, para la gente nada había cambiado y en ese orden de ideas, nuestro protagonista tenía poco o nada que aportar.
Para no cometer errores es importante tener un pensamiento estratégico y ponderar que la información y el conocimiento, son piezas fundamentales antes de implicarse en cualquier campaña. Las personas que se reunieron con el aspirante consideran que su fortaleza reside en el número de personas que integran su movimiento y harán de ello su argumento de batalla pero ¿Se detuvieron a evaluar perfiles antes de convocar y pretender sumar o solo se dedicaron a acumular?
El pensamiento estratégico llevaría al encargado de la comunicación del grupo a transmitir esta y otras conclusiones, someterlas a debate y enfrentar a los integrantes del mismo con una realidad en la que ciertos personajes no solo no contribuyen sino desprestigian. Si es inteligente, quien encabece los esfuerzos en la materia preguntará ¿De qué sirve que “El aspirante” busque perfilarse ahora como “candidato”? La respuesta sería la más predecible “es un tipo al que todo el mundo conoce” pero ese sería justamente su talón de Aquiles. Quizá este grupo piense que la suya es una apuesta por el futuro, que pueden “destapar” a alguien rumbo a una alcaldía –por ejemplo– para después posicionarlo como candidato al congreso, pero el problema es que la ciudadanía ya le conoce.
Se van a poner en duda valores como la honestidad; se va a poner especial atención a tópicos como transparencia, pluralidad y diversidad; son pocos los que “compran” hoy las buenas intenciones. Si el grupo realmente lo pondera, se dará cuenta de que tiene muchas áreas de oportunidad en las que debería trabajar.
Si el “Aspirante” no representa realmente un baluarte, si la estrategia elegida no es la correcta y esta persona tampoco representa –bien entendida– una “piedrita en el zapato” para los adversarios ¿Qué caso tiene? Ante tales circunstancias, un verdadero especialista en materia de comunicación cobraría sus honorarios, tomaría sus cosas y se iría.
Vamos a suponer que el “Aspirante” se convirtió en candidato y no puede hablar de honestidad cuando es conocida su participación en actos de corrupción; que no tiene cara para hablar de democracia porque mediante el tráfico de influencias, canonjías y otros favores se adueñó de la candidatura; que el uso de conceptos como transparencia, pluralidad o diversidad caerían como un mal chiste porque primero colocó a sus aliados en posiciones estratégicas del partido; segundo, ve como una debilidad el escuchar a grupos sociales con ideas e intereses diferentes y en tercer lugar, su visión unidimensional no le permite responder a un público que día a día se hace más heterogéneo.
En este espacio se planteó la necesidad de encontrar nuevos liderazgos de cara a la nueva realidad. Si el ahora candidato, tiene tales antecedentes, entonces la estrategia de reciclaje no es la mejor y el ejemplo más cercano está en los resultados de la elección presidencial de 2018. En su momento, se ejerció un voto de hartazgo, de protesta contra una clase política avejentada, maleada y estancada. Hoy la oposición busca renovarse, como si de medidas cosméticas se tratara, pero debería pensar realmente en su evolución porque cuando cree que ya está todo hecho suele meter la pata.
El grupo opositor está a tiempo de fortalecerse y para hacerlo no hace falta recurrir a figuras políticas que representan aquello por lo que no se votó ¿por qué? Sencillamente no le hacen ningún favor a su causa. No es creíble que en dos años se hayan esfumado décadas de prácticas opacas, no convence el interés de ciertos actores por defender los intereses de la ciudadanía y ondear la bandera de la democracia como tampoco es verosímil otorgar una posición de liderazgo a quien despierta desconfianza o recelo.
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