lunes, 30 de noviembre de 2020

EXPRESO CORTADO - Gilberto Medina Casillas

La supremacía



Fíjense mis tres lectores, que hay temas tabús. Tópicos prohibidos. Asuntos de la índole, de la cual, nadie escapa. Uno de esos es lo que es y ha sido, esa conducta que llamaré: El trastorno de ‘quítense que ahí les voy’. Se trata de la supremacía.


Para establecer el marco lógico de esta charla, me permito poner delante de ustedes un ejemplo, tan vívido como su imaginación lo pueda mirar. Veamos a un finquero de caucho en la amazonia peruana, bajo sus órdenes un pequeño ejército de matones, que hace trabajar hasta la extenuación a sus caucheros, secuestrados, por sus matones, en las aldeas que pueblan este pedazo de selva. Hoy ordeñan el caucho, arrastrando cadenas, con un fierro que dice que su dueño es el finquero. (Perdón por la rudeza, pero no es de otro modo. Y no menciono el proceso de la aplicación de la marca con el fierro al rojo vivo.)


Creo que ya se imaginan a los candidatos a la clase de personas que adoptan la categoría de supremacía, auto-asumida. Jodidos entre los jodidos. Están predispuestos a la discriminación, al trato desigual, a la exclusión social, por naturaleza, como los alacranes, diría yo. Coincidentemente el tal finquero extrae, envasa y, vende hule.


El finquero nos sitúa de la mitad del siglo XX y para atrás, hasta la primera treintena del siglo XVIII. Sigamos el hedor de la supremacía, vamos a pasearnos por Europa en los años 1939 y 1941, la supremacía racial fue autoproclamada. Continuemos con el asqueroso rastro, estamos en los Estados Unidos, que no se bastan a sí mismos, cuando pervivió el esclavismo, sobrevivió, incluso después de Lincoln, entre la segunda mitad del siglo XVIII y el XIX, encubierto y con ramificaciones sobrevivientes, en México, en Brasil, en Colombia, Oh, Dios. Pero cada vez disminuye. Incluso en algunas partes se erradican esas prácticas, aunque bien que se ocultan, tal es el caso de la siniestra ‘trata de personas’, que es, al parecer, la red esclavista que mejor se oculta. 


Vamos a acercarnos, con precaución, a la naturaleza de la supremacía, ¿De dónde se origina y por qué se manifiesta de la forma en que lo hace? Pero no confundamos el rábano con las hojas. La supremacía es una conducta inducida por la vía parental, está constituida con las perspectivas y valores de los hombres y mujeres, conviviendo en un asentamiento humano determinado, en un momento histórico específico y que míticamente, todo eso al mismo tiempo, es llamado Súper yo. Y en el caso de los supremacistas es un súper yo supremacista, que opta por extender sus dominios. Por definición todo colonizador ha sido, es y será: supremacista.


La egolatría, nacida del narcisismo germinal implicado de raíz en la supremacía, se idolatra con un orgullo violento. Pues debe cumplir un doble propósito narcisista, ser tenido como ente superior por los inferiores, ‘el amo’; y demostrárselos claramente, con duros escarmientos por faltas o para sometimiento de inconformes. La supremacía odia y se hace odiar, ¿Por qué? ¡Quién sabe!


Otra característica de la supremacía es que es incuestionable. Y suele expresarse como violencia social por grupos de matones, los negreros en los Estados Unidos, los capataces caucheros, con su látigo al cinto. Y las dos más salvajes e injustificables, el Klug Klux klan, abominable, en el cual la xenofobia por la raza negra es infame. Y los nazis amontonando judíos en trenes venenosos, haciendo con ellos cosas inimaginables, con su exterminio en mente. 


La hediondez nos lleva más allá; a las furiosas matanzas perpetradas por Pedro de Alvarado, en el cerco de Cholula y en el mercado de Tlatelolco. Actos repetidos en el Perú, donde le llamaban Tonatiuh, Dios Sol, por ser rubio el asesino.


El más claro ejemplo de supremacía racial en México (pretensión más ridícula); es decir ‘pinche indio’ o ‘pinches indios’; cuando se refieren a la gente ubicada en lo más bajo en su escala social, cuya medida o apreciación, es la presunción más tonta que pueda haber.



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