El 2 de diciembre de 1919, nace el compositor Álvaro Carrillo, en Cacahuatepec, Oax. Huérfano de padre y madre desde muy pequeño, creció bajo el cuidado de la señora Teodora Alarcón de quien tomó su segundo apellido. Estudió la primaria en una escuela de su pueblo natal y, alentado por sus maestros y su madre adoptiva, continuó sus estudios. Fue alumno de la Normal Rural de Ayotzinapa y se recibió como ingeniero agrónomo en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo.
Su gusto y talento para la música y la poesía, se hicieron evidentes desde su juventud, con la influencia sonora de la región de la Costa Chica. Sus primeras composiciones dejan clara su cercanía con la chilena y el bolero costeño. Más adelante, comenzó a definir, poco a poco, un estilo propio que fue único en el panorama de la música romántica de México.
De acuerdo a sus biógrafos, es un autor que mira a su interior y expresa sentimientos profundos con palabras cotidianas y cercanas. Por eso fue un creador musical diferente a cualquier otro. El éxito y el reconocimiento llegaron a la vida de Álvaro Carrillo, pero los disfrutó poco debido a su repentina muerte en un accidente automovilístico en abril de 1969 cuando tenía 49 años de edad. Y fue entonces cuando nació la leyenda de ese compositor costeño, necesario, potente, sin el cual la historia de la música popular y romántica de México no sería la misma.
A 101 años de su nacimiento, las canciones de Álvaro Carrillo se mantienen vivas y gozan de cabal salud. Se escuchan con deleite las versiones clásicas de antaño en las voces de Pepe Jara, Javier Solís, María Victoria, José José o el propio compositor. Pero se siguen grabando una y otra vez, y se integran al repertorio de jóvenes intérpretes mexicanos y de otras partes del mundo.
Amor mío, El andariego, La mentira, Luz de luna, Sabor a mí, Seguiré mi viaje, Un poco más y otras muchas, que permanecen en el corazón de sus admiradores.
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