El 17 de diciembre de 1790 fue descubierto el célebre monolito conocido como Calendario Azteca o la Piedra del Sol, una pieza prehispánica importante para la cultura mexicana, el cual sintetiza el conocimiento astronómico que desarrollaron los mexicas antes de la conquista de México.
Con medidas de 3.60 metros de diámetro y 98 centímetros de lado, un peso de más de 24 toneladas, el Calendario Azteca muestra la importancia que le daban los aztecas al tiempo y la exactitud con que lo medían. Aunque simboliza la concepción del tiempo, no era utilizada como calendario; señalan diversas investigaciones realizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El Calendario Azteca se empezó a tallar, 42 años antes de la caída de Tenochtitlán, según con testimonios orales recopilados por Fray Diego Durán en su Historia de las Indias de Nueva España. De acuerdo con estos, fue el emperador Axayácalt quien la mandó a construir junto con un recinto para colocarla al que se llamó Cuauhxicalco y fue tallada por un artista llamado Técpatl.
Hasta agosto de 1521, el Calendario Azteca permaneció ahí, ya que Hernán Cortés mandó a quitarlo. Por 38 años, los primeros de la época de la colonia, el calendario quedó a la intemperie a un lado de la Plaza Mayor. Pero en 1559, los españoles temieron que se reavivaran los ritos paganos porque se cerraba un ciclo azteca de 52 años por lo que mandaron enterrar con la parte labrada hacia abajo.
Sería 231 años después, el 17 de diciembre de 1790, que se redescubrió la Piedra del Sol por casualidad debido a los trabajos de nivelación del Zócalo de la Ciudad de México. El antropólogo y el escritor Antonio de León y Gama fue quien le dio el nombre de Calendario Azteca e hizo que fuera colocado a un lado de la torre poniente de la catedral metropolitana.
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