lunes, 14 de diciembre de 2020

REFLEXIONES - Por: Héctor Hernández Parra


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Recientemente una noticia envolvió los medios de comunicación, la beatificación de un joven adolescente nacido en Gran Bretaña, fallecido en el año 2016 víctima de leucemia, su nombre Carlo Acutis.


Lo destacable ha sido, enterarnos que un chavito con una formación religiosa profunda, católico practicante se convirtió en un ejemplo de vida para quienes se interesen en aprender y seguir su compromiso con la sociedad, debido a los signos evidentes de servicio a sus semejantes, aportó muestras de amor, solidaridad y ayuda. Un jovencito que utilizó la tecnología para convertirse en un apóstol de la palabra divina.


La ceremonia donde oficialmente concluyó el proceso de beatificación nos invitó a ver cómo el cuerpo de Carlo se mantuvo prácticamente intacto, así lo vimos en un ataúd con una ventana de cristal, vestido con ropa deportiva. Otros elementos dignos de comentar es la presencia de acontecimientos sobrenaturales como la recuperación de salud, situaciones inexplicables para la ciencia. Vino a mi mente aquella urna de cristal que se encuentra en la iglesia de San Francisco de Asís en la ciudad de Puebla conteniendo el cuerpo incorrupto de San Sebastián de Aparicio, un monje franciscano que trazó los caminos entre México y Veracruz y otras tantas acciones.


Otro ejemplo de un niño de 14 años, martirizado en los tiempos de la Guerra Cristera, cuando se oficializó la persecución del gobierno en contra los fieles católicos, un chiquillo llamado José Sánchez del Río, nacido en Sahuayo Michoacán que cometió el delito de prestar su caballo a un cristero, fue castigado y hostigado a renunciar a su fe. Finalmente le fueron cercenadas las plantas de sus pies y obligado a caminar por el pueblo hasta el cementerio, arrebatándole la vida en medio de una descarga en la cabeza. Sus restos se encuentran en la Parroquia de Santiago Apóstol en Sahuayo. En octubre de 2016 el papa Francisco lo canonizó en el Vaticano.


Otro ejemplo de servicio, de entrega, de su trabajo por los demás, de su honestidad, el obispo de Veracruz, Rafael Guízar y Valencia, párroco en Coatepec, siervo de Dios y finalmente elevado a los altares en un proceso de canonización. Su cuerpo también se mantiene incorrupto en la catedral de Xalapa.


Los argumentos para considerar la ausencia de corrupción se han dado en personas que han fallecido y que dieron testimonio de valores, y de actos de conducta.


La lucha contra la corrupción en algunas instituciones ha sido una bandera falsa, un distractor que aloja la venganza y la simulación.


La noticia de Carlo, nos invita a sentir la esperanza de que el buen camino tiene su recompensa, claro en medio de severas dificultades.


Correo electrónico   hectorhernandezparra77@gmail.com





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