En estos días pareciera que nadie está conforme con lo que le tocó.
Bebo mi café. Mientras disfruto de su cálido sabor me llega de golpe lo que pudiera ser una epifanía. Tomo prestadas las palabras del poeta cubano que canta, en su canción “Y Mariana”: ‘Siempre hay quien quisiera ser distinto, nadie está conforme con lo que le tocó, el de edad quisiera ser un niño y el rapaz se raspa sus pelusas en flor’.
En este mundo incongruente vivimos en una dicotomía de lo que debiera ser y lo que es en la realidad actante, un señor quisiera ser mujer y una chica quiere ser señor. Esa inconformidad nos ha llevado a la explosión de los derechos humanos en donde lo subjetivo se impone violentamente, obviando las obligaciones y lo objetivo se desdeña, encasillando a la ciencia como un quehacer para tontos. No importa lo que la humanidad necesita, y sí urge lo que el individuo desea.
Lo crítico es que la conceptualización del sujeto se extiende a todos los ámbitos del hacer personal, hay una sobrevaloración del yo, confundida ventajosamente tras el escudo de la autoestima sobrevalorada, el superyó en su apoteosis, para pasar sobre quien sea y como sea para ser un yo pleno (que jamás llega).
Bajo ese esquema exigimos, sin estar dispuestos a dar. Es hora de despertar y darnos una tregua, los deseos personales no deben ir por encima del bienestar común, úrgenos educarnos para servir al prójimo.
Gracias
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