En nuestra vida cotidiana solemos escuchar expresiones como “eso es un mito”, dando a entender que de aquello de lo cual se habla es fantasioso o falso. Sin embargo, el mito es una parte esencial en la constitución de la identidad de un pueblo o nación.
El ser humano es curioso por naturaleza, y al verse arrojado a un mundo cambiante y sujeto a las inclemencias del tiempo, a la enfermedad y la muerte, una de sus primeras preocupaciones sería el dar una respuesta a estas interrogantes. Limitado en su conocimiento de los fenómenos naturales y de sus propias circunstancias, usaría su imaginación para crear un mundo fabuloso, mezcla de realidad y fantasía, donde dioses, hombres, monstruos y héroes coexistirían para dar cuenta de los ciclos naturales, del origen del Hombre, de sus angustias y temores, así como también de sus esperanzas en un mundo mejor, surgiendo así el Mito.
En primer lugar habríamos de entender que el mito es una narración que, en sus orígenes, es transmitida de forma verbal de generación en generación, remontándose hasta los inicios de las primeras comunidades humanas en una etapa en la cual el lenguaje escrito aún no se ha desarrollado, al menos del todo. Tenemos como ejemplo a los mitos escandinavos, que se han rastreado hasta los finales del paleolítico.
En segundo lugar, la característica esencial del mito es que es fundacional, o sea que trata de explicar el origen del Hombre y sus circunstancias en el mundo, dando una respuesta a las preguntas eternas ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué vivimos de esta forma? y ¿Cuál es nuestro destino? Tal es el caso del mito de la Creación, maravillosamente narrado en el Génesis, unos 900 años A.C. y representado en la historia de Adán y Eva.
Es importante señalar que, si bien cada cultura ha generado sus propios mitos, al entrar en contacto unos pueblos con otros ya fuera por el comercio o la guerra, estos relatos se difundieron entre las naciones conquistadas o tributarias, siendo a veces aceptados tal cual se conocieron, o bien fundiéndose con los ya existentes. Así, tenemos que el mito griego de Pandora es prácticamente igual al mito del Génesis de la creación: en ambos existe una mujer primigenia (Eva/Pandora), un Dios benévolo (Yaveh/Zeus), un primer estado de felicidad y bonanza en la Tierra, y una prohibición (el fruto del árbol de la sabiduría del bien y del mal, que no debe ser probado/la caja de Pandora, que no debe ser jamás abierta) y un acto de desobediencia de la mujer que trae los males al mundo.
El mensaje profundo y la belleza de estos mitos son tales que, como en el Génesis, llegaron a fundirse con la religión mientras que otros permanecieron como un tipo distinto de saber en lo que nosotros llamamos hoy la Mitología.
Aunque primero la religión y después la filosofía y las ciencias dieron a la humanidad explicaciones más patentes sobre su condición en el mundo, la lectura de estos antiguos mitos sigue excitando nuestra imaginación y nos hace admirar la imaginación creadora de aquellos antiguos pueblos.
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