lunes, 19 de julio de 2021

Cuarto Acto Por: Alejandro García Rueda

Nos toca dar las gracias.-



La nuestra es una sociedad heterogénea, altamente desigual en la que empiezan a verse los efectos de la pandemia con respecto a la formación de nuestros estudiantes. Las instituciones educativas, las direcciones, el personal docente y administrativo han hecho malabares para mantener a flote el ciclo escolar, para que los alumnos alcancen los aprendizajes esperados, cubrir las actividades curriculares pautadas y procurando que los educandos tengan acceso a actividades complementarias.


Las necesidades de aprendizaje son atendidas de forma distinta en escuelas privadas y escuelas públicas. En zonas de alta marginación no cuentan con acceso a internet y, en algunas localidades, las familias no tienen los recursos necesarios para comprar una computadora, un smartphone o una tablet.


Los estudiantes de educación básica necesitan el apoyo de algún familiar para cumplir con el temario pero los padres y madres de familia no siempre cuentan con el tiempo ni las competencias necesarias para acompañar la escolarización. Se trata de personas dedicadas al campo, a la albañilería, a la crianza y cuidado del ganado, a la prestación de servicios de limpieza en casas y oficinas, entre otras responsabilidades.


Si algo vino a mostrar la pandemia es el compromiso de los docentes, quienes han estado ahí, desarrollando rutas de mejora, planeaciones y estrategias; tomando cursos, aprendiendo a utilizar nuevas tecnologías, actualizándose e impartiendo clases, preocupándose por sostener la educación a distancia entre quienes no tienen acceso a dispositivos móviles.


Si la educación no se ha detenido, es en buena medida gracias a ellos, a quienes le hacen frente no solo a la brecha territorial sino también a la digital, a los profesores que echan mano de su imaginación para tener comunicación con sus alumnos, recibir sus actividades y ofrecer retroalimentación adecuada. Debe quedar claro que el esfuerzo no se detiene en las aulas, pasa por la dirección de la escuela, que brinda seguimiento a la labor del colectivo docente, atiende sus necesidades y funciona como vínculo con las autoridades correspondientes. Eso, sin menoscabo de la labor emprendida por el personal administrativo que realiza los ajustes pertinentes para actuar de la mejor manera posible, registrando la trayectoria escolar de los educandos con la finalidad de expedir la documentación correspondiente y participando en reuniones virtuales semanales llevadas a cabo a través de múltiples plataformas.


La pandemia trajo otro tipo de responsabilidades a quienes forman parte del Sistema Educativo, de un cúmulo de personas que han tenido que mostrar, a través de una cámara, la intimidad de su hogar; que se han desprendido de su privacidad para entablar comunicación con los miembros de la comunidad y que han tenido que poner sus dispositivos móviles al servicio de la educación cuando son efectos personales.


Es muy importante valorar que hay docentes con verdadera vocación que toman una porción de su salario para imprimir cuadernillos y, con las medidas necesarias de higiene y sana distancia, llevarlos a los estudiantes que habitan en las localidades; que con sus recursos, muchas veces sin apoyo del exterior, cada escuela innova y busca dar respuesta a las características de cada comunidad. Cuando alguien se atreva a hilvanar una crítica sobre el accionar del profesorado que labora en zonas de alta marginación o rurales, debería ponderar que, en el sentido más literal, se está invisibilizando el tiempo, el trabajo y el esfuerzo de quienes aún están paliando con los efectos secundarios que trajo la pandemia a la educación. 


Es importante ver el trabajo docente en su justa dimensión, devolverle la dignidad a esta profesión y visibilizar la problemática que enfrenta la educación actualmente, en donde se buscan alternativas para sostener la educación a distancia y posicionar la imperiosa necesidad de implementar políticas que den respuesta a las complejidades, nuevas y ya conocidas que trajo la pandemia.


Si busca señalar o reprochar el trabajo realizado por los docentes, hágalo con la conciencia de que han cuidado de sus hijos de forma admirable. Seguramente habrá excepciones, pero ahora que acaba el curso, merecen nuestro reconocimiento y agradecimiento. De los problemas de fracaso escolar, de modelo educativo y de falta de medios reales para una educación pública de calidad, ya hablaremos otro día. Ahora toca dar las gracias.



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