domingo, 27 de mayo de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador


Sonidos que anuncian.- Hace dos días que el viejo campesino curtido por el tiempo y el trabajo no se para por la finca. Su hija Dora dice que se fue a la ciudad porque su amigo de muchos años, don Rupe, cumplió casi cien de edad y, como cada año, lo visita y departe con otros viejos, que comparten anécdotas y recuerdos. En ausencia del pensador, la hija, que ha aprendido gran parte de la sabiduría del venerable maestro, se encarga del hogar, de los nietos y de la finca. Se espabila antes que el sol, en esta tierra cafetera, cuna de arrieros. A las 4:30 de la mañana, los gallos comienzan a canturrear. Toma su primer aliento para erguir su cuerpo y así comenzar otro día. Ella se levanta a preparar el tradicional desayuno campesino: frijoles, queso, huevo revuelto, tortillas calientes, pan y, desde luego, café de olla. Cincuenta años, algunas canas que resaltan en su abundante cabellera crespa, párpados caídos, piel de tez morena magullada por el sol que evidencia las largas jornadas en los cafetales, y una energía juvenil sin importar los años, son algunos de sus rasgos característicos. El papel de las mujeres en la finca es muy importante, son las que alimentan a un ejército, mantienen el orden y forman con valores a los hijos y nietos, desenado que su vida sea mejor. Acomoda camas y cocina, barre el interior y el corredor de la casa, riega, abona, cultiva y cuida las matas que ornamentan y ambientan el sitio dando una peculiar sensación de delicadeza y gracia, lava a mano; todo esto mientras vigila lo que está en la olla hirviéndose para la comida. Afuera se siente el sofocante calor de mayo que ya se había anunciado. Las chicharras empezaron su concierto hace unos días, señal inequívoca de una temporada de agresivo sol. Heredera de la parsimonia de su padre, callada, recatada y con gran sapiencia de la que no presume, es el prototipo de la mujer del campo. Uno de sus nietos le pregunta con curiosidad: “Abue, ¿por qué anuncian las chicharras la seca?”. Parafraseando al viejo sabio de los cafetales, le explica: “Las chicharras interpretan la canción del verano, la potencia y la intermitencia de ese característico rechinar, se acelera con el aumento de las temperaturas, la perciben antes que nosotros. Por eso nos parece que las cigarras suenan con mayor intensidad durante las olas de calor y en las horas centrales del día. Su nombre científico es ‘Cicada orni’, es famosa por su sonido, que no canto. Porque las chicharras, como los grillos, no cantan: estridulan, y al igual que sus parientes de la noche, solo lo hacen los machos. Marcan territorio o es el llamado a las hembras. La naturaleza es sabia. A pesar de que la hemos dañado tanto, se protege, se conserva y sobrevive”. El chamaco sorprendido intenta hacerle otra pregunta pero la tiene que corretear porque la mujer no para de moverse de la cocina al patio, del lavadero al bracero, siempre ocupada con algo. “¿Y por quién vas a votar abue?¡¡¡… Sin inmutarse por la pregunta, continúa deshojando un enorme palmito blanco que hará en chilatole: “Por quien demuestre que ama esta tierra, que conozca la vida de los campesinos y el centenario cultivo del café, por quien valore la naturaleza y trabaje para protegerla, por quien sepa interpretar el sonido de las chicharras y el vuelo de las hormigas, por quien valore el trabajo y apoye la producción”… Se retiró enumerando más características que la mujer de campo desearía de un legislador, pero el chamaco ya no la escuchó. Pero sí entendió la riqueza de la tierra y la sabiduría de quien en ella vive. Garrapateó en su cuaderno como pudo la respuesta de la abuela, porque tiene que entregar la tarea el lunes…

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