lunes, 3 de septiembre de 2018

Cerca del Cielo - Por: José Ramón Flores Viveros

El Origen…


El año de 2003 fue un año muy difícil. De manera repentina murió mi papa Don Ramón Flores. Fue un golpe contundente, todo ocurrió a las 6 de la mañana y  permanecí abrazando sus zapatos horas enteras junto a su cuerpo. El dolor paraliza e incapacita.

Dos meses después, en junio, junto con dos amigos los hermanos Felipe y José Luis Molina, viajamos a Perú con el propósito de subir el Huascarán, la montaña más alta del país andino. Después de hacer una conexión en Panamá y de largas horas de vuelo, llegamos de noche a Lima, al Aeropuerto Internacional “Jorge Chávez”. Ahí nos recibió Harem de la agencia de montaña quienes serían nuestros guías. La terminal aérea se encuentra fuera de Lima y después de un corto viaje, nos hospedó en un céntrico hotel. La arquitectura de la capital peruana muestra una marcada influencia europea.

Al día siguiente a primera hora después de desayunar, viajamos en autobús rumbo a Huaraz, 8 horas al sur de Lima. En Huaraz tuvimos una reunión, donde se habló del ascenso a la peligrosa montaña. Uno de los comentarios de Harem, que nos pareció un tanto siniestro, fue que tuviéramos cuidado al bajar de Huascarán, que lo hiciéramos de manera pausada, para evitar la posibilidad de un infarto.

Al día siguiente comenzamos a caminar desde Musho, donde también hay que registrarse, para que las autoridades tengan conocimiento que se ingresó a la montaña. Esta es la manera como se sabe quiénes están escalando, la nacionalidad, el número del grupo. Nunca es recomendable escalar solo, ya que si se cae en una grieta, la posibilidad de ser rescatado se reduce a la nada. A morir de manera irremediable.

Tampoco se puede escalar cargando un dolor moral y lo viví en carne propia, a escasos tres meses de sufrir la perdida de mi padre, fue un error lamentable viajar a Perú. Cuando nos encontramos en el glaciar de Huascarán, subiendo rumbo a la Garganta, donde se establecería un campamento, mi desempeño no pudo ser más penoso, las 8 horas siempre fui rezagado del grupo, comencé a llorar de dolor y también de frustración. Iba muy enojado por mi lamentable estado físico y emocional. Recuerdo que faltaban como dos horas para llegar donde íbamos a descansar, ya era de noche y se distinguían arriba las linternas de otros escaladores, que armaban sus campamentos. Uno de los porteadores de manera compasiva y considerada me sugirió que dejara tirada mi mochila sobre la nieve, que el regresaría después por ella. Aun sin el peso de la mochila me era imposible incrementar el ritmo. Cuando llegue donde acamparíamos, ya habían instalado una tienda y sin preguntar ni pedir permiso, me introduje y me tire. Estaba hirviendo de temperatura e incluso, me dicen, que comencé a decir una sarta de incoherencias producto de mi estado.

No tengo registro de esto último, pero lo que sí recuerdo  perfectamente que tuve la seguridad de que había sido todo para mí en la montaña. En Bolivia en el Huayna Potosí pude superar de último momento una crisis de carácter físico, de mal de montaña y pude hacer cumbre. Pero lo de Perú pasó por una situación de dolor emocional, que se convierte en veneno puro para un montañista.

En junio de 2003 Cerca del Cielo apareció por vez primera publicada en ‘Esto’ de Veracruz de la Organización Editorial Mexicana OEM, por invitación de Edvino Rodríguez Portilla (QEPD). En el primer aniversario de la columna el Dr. Ricardo Torres Nava, vino a Coatepec a dar una conferencia, y guardo con mucho cariño una carta de felicitación que me envió Don Mario Vázquez Raña (QEPD), máxima autoridad de OEM.

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