Defina sus términos.-
W.F. Skinner, el padre de la psicología experimental, llamada en sus inicios ‘conductismo’; cuyos incipientes principios los estableció el fisiólogo y psicólogo ruso Iván Pavlov, cuarenta años antes, cuando operó condicionamientos operativos con propósito. Su famoso perro (de Pavlov), salivaba cuando recibía un estímulo determinado. Estímulo que había sido apareado a la acción de darle comida, previamente, muchas veces. Luego, el solo estímulo, toque de campanilla, hacía que el perro respondiera como si fuese a comer, salivaba.
Por este trabajo innovador, bien documentado, Pavlov recibió el premio Nobel en 1904. John B. Watson redescubrió a Iván Pavlov en 1920 y, entiende el comportamiento animal y humano (el conductismo) como condicionamientos operantes. Pero este no es el tema de este artículo, apreciable lector, sino aportar elementos de reconocimiento a W.F. Skinner, autor del muy conocido libro ‘Walden II’, donde expone su método experimental para la explicación y predicción de la conducta humana, introduciendo conceptos tales como reforzamiento y castigo.
Bueno, el tal Skinner enfrentaba las críticas, de los freudianos, los jungianos, los frommianos y cuanto psicólogo formado en la escuela del psicoanálisis. Todos ellos se sentían capacitados para cuestionar sus métodos, que muchos (idealistas) llamaban ‘reduccionistas’, por basarse en unos cuantos principios, todos del método científico.
Bueno, al punto. Skinner usaba una herramienta harto fastidiosa, que aplicaba irremisiblemente a todos con quienes discutiera: les pedía definir sus términos.
Es increíble la prestancia y nobleza de este pedimento. Sin embargo, casi siempre, causaba una reacción de enojo por parte del interlocutor. ‘Cómo si las palabras que uno usa son del dominio público y todos sabemos qué significan sus palabras, tal como él las concibe’. Y no es así.
Bien. Lo que aporta Skinner a la discusión crítica con su ‘defina sus términos’, es precisamente asentar los marcos lógicos para sustentar lo que se alega. Yo lo hago por sistema, antes de lanzar una serie de enunciados que luego forman mis artículos, ensayos, lecturas, clases y conferencias.
Hay muchos conceptos, los cuales, culturalmente, asimila la población, y se vuelven parte de su lenguaje, y aunque fuesen equívocos, en el habla resultan pertinentes. Por eso en comunicación social debemos ser congruentes, respetando los conceptos teóricos o tesis verificables e incorporando términos coloquiales, de manera explicativa. Y no sustituir unos por otros porque entonces perdemos profundidad y claridad. Lo mejor es contextualizar, usando frases como ‘dicen en’ o ‘algunos piensan que’ o ‘le llaman de tal modo’.
Esto último, va dirigido a los comunicadores, políticos y maestros, ustedes deben usar conceptos con términos bien definidos y emplear analogías, ejemplos, símiles, metáforas, y otras figuras literarias, como recursos que permitan que las personas entiendan las cosas, sin perjudicar la calidad de las fuentes u orígenes de los conceptos teóricos admitidos o tenidos como válidos.
Hay temas que sabemos de oídas, digámoslo. Otras cosas las sabemos por experiencia, enfaticémoslo, algunas son citables, citémoslas, muchas pueden ser bromas, vistámoslas como tales, otras son sarcasmos, no dejemos dudas al respecto. Y hay cosas que suponemos, digamos por qué, otras que se nos ocurren, responsabilicémonos de ello, otras son adivinanzas y fantasías, ‘como quisiera tal o cual’, ‘se me figura’, ‘podría ser que’.
No siempre tenemos la certeza de ‘algo’ pero queremos expresar nuestras opiniones, usemos los recursos apropiados, sin dejar resquicio para malas interpretaciones, en lo posible; y que se sepa qué es lo que nosotros opinamos, cuando se trate de algo inusual. Aunque se implique que lo que escribimos es lo que pensamos. También en conversaciones serias, hagamos lo indicado. En el cotorreo y el relajo, nada de lo antes dicho, aplica.
Y para terminar este paseo por las ideas, Las proclamas y afirmaciones categóricas, con o sin fundamento, deben expresarse con vehemencia.
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