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Las últimas semanas del ciclo escolar 2020-2021 fueron las de mayor presión para el gremio magisterial. La estructura burocrática diseñada en el marco de la educación a distancia y los “acuerdos” emitidos por las autoridades llegaron a inmovilizar el accionar de los docentes pero también a frenar el trabajo administrativo.
Tras la publicación del polémico acuerdo 16/06/21 los docentes comenzaron a hacer preguntas sobre las calificaciones de sus alumnos; luego de varias sesiones de Consejo Técnico Escolar en las que se habló del impacto emocional en los educandos, mostraron preocupación por el manejo de la información que se le daría a los padres de familia y las interrogantes más frecuentes, por mencionar algunas, fueron: “¿cómo explicar que todos aprobaron?, ¿qué hacer con los alumnos que ven pasar a esos compañeros que no pusieron el mismo esfuerzo?, ¿dos semanas alcanzan para regularizar a quienes no desarrollaron ciertas competencias?, ¿qué sucede con la documentación de fin de ciclo? y ¿cuándo me dejarán ingresar calificaciones en el Sistema de Control Escolar?”. Pasaron algunos días sin una respuesta clara, esos lapsos de vacío informativo fueron sintomáticos.
La comunicación entre las autoridades educativas y el gremio magisterial ha sido históricamente accidentada, en dirección descendente, siempre partiendo de los mandos superiores; la información se da a cuenta gotas, en ocasiones se relega a directores, administrativos y docentes a ocupar un papel receptivo y secundario.
Tienen razón quienes dicen que los verdaderos docentes ya quieren regresar a las aulas, pero también es una gran verdad que estamos en medio de una pandemia, que los contagios se han incrementado, que la vacuna en realidad no exime a nadie de contraer COVID-19 y que hay, identificadas por el sector salud, al menos 5 variantes del virus circulando en la geografía estatal.
El Estado es, para efectos legales, el patrón de algunos trabajadores de la educación, pero salir a decir, en palabras más, palabras menos, que porque se les paga “bien” (nótense comillas) tienen que salir a arriesgarse, no es en definitiva una buena señal, como tampoco lo es utilizar como arma discursiva la “vocación docente” cuando en el discurso se habla de devolver la dignidad al magisterio.
Y ojo, no es un asunto que no se pueda resolver, pero primero, como en todo reencuentro, hay que volver a conectar. Es algo que puede lograrse cuando ya no quedan las promesas en el aire, cuando las intenciones se traducen en resultados y se abandonan las ambigüedades.
En la era del conocimiento y el talento, los docentes han aprovechado para hacer del aislamiento algo productivo, para prepararse y también para actualizarse y ser más competentes de cara a la implementación de un sistema híbrido porque esa es la exigencia de estos tiempos. Es ahora, con la puesta en marcha de un movimiento político-social impulsado desde Palacio Nacional, que se puede dejar atrás el pasado, que se pueden romper paradigmas y las autoridades pueden ser pioneras en la construcción de un cambio verdadero en la comunicación con el magisterio.
Es el momento idóneo para atinar a reconocer y corregir, sobre todo porque la falta de iniciativa ha profundizado los desencuentros, porque sería liberar presión. Todo ello obliga a hacer un ejercicio de prospección, un “adelantar escenarios y tendencias” es ideal porque eso permitirá liderar, incidir y actuar. Replantear una comunicación horizontal, transparente y lejana a funcionar como un aparato ortopédico del Sistema Educativo.
Ya no hay espacio para la burocracia, para las poses o para el cabildeo con la guardia en alto. Las personas en general son más receptivas a escuchar buenas historias que una conferencia o una serie de spots con cifras, inversiones millonarias, confeti y serpentinas. A tres años de que venga el relevo, la reflexión final se cierne sobre la posibilidad de conectar con los intereses de los maestros y las maestras, de la oportunidad de despertar la acción desde un lugar distinto a la amenaza o la coacción, de que sean los docentes frente a grupo, pero también los administrativos e intendentes quienes participen activamente en la conversación para dar continuidad a un buen trabajo.
Es importante, antes de abrir una nueva conversación, que las autoridades educativas no dejen correr el tiempo para responder ¿a qué se debe esa dificultad manifiesta para devolver la dignidad al magisterio?, ¿a lo táctico?, ¿a lo político?, ¿a la actitud? Es difícil entenderlo desde afuera.
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