martes, 13 de octubre de 2020

DESDE EL AULA - Por: Profesor Julio Hernández Ramírez


Lo recuerdo bien, eran tiempos de bonanza cafetalera. Adolecente yo. El trajín iniciaba muy temprano, a las cinco de la mañana ya había fila en el molino de nixtamal. En las cocinas se oía el chirriar de la manteca hirviendo en espera de los frijoles, los huevos y la salsa para el bastimento. El aroma del café de olla alcanzaba la calle. Al amanecer, familias completas desfilan por melgas y veredas para llegar a la finca; el corte está bueno, comentan con emoción.
  El frío matinal cala, parece dispuesto a herir las mejillas y entumir los dedos, en contraste, para el medio día, los rayos del sol son ardientes y se cuelan por las ramas desnudas de los nacaxtles y la sombra rala de los chahuistles. Los niños sentados en el machón  sobre un costal lloran, tienen calor y les pican sancudos y hormigas.


En el  pueblo eran solo dos, alegres, subversivos, manifiestos en el orgullo de su homosexualidad, adelantados al tiempo, el suyo era casi un acto de heroísmo. Irma Serrano y Lola Beltrán están en la cúspide de su carrera artística, en el ambiente bucólico, sus canciones se escuchan por doquier, en honor a ellas, una se hace llamar Irma y la otra Lola. “Lola” tiene un lenguaje áspero,  le gusta el trago y en política su discurso suele ser demoledor, siempre carga un enorme morral de los que utilizan las señoras para ir al mercado y en el lleva las cosas más increíbles, desde un corta uñas hasta una navaja de rasurar, “vengo preparada”, es su típica expresión. “Irma”, se recata.


Como todos en el pueblo, también cortan café. Los surcos que les tocan siempre corren juntos, su charla es amena, escandalosa, salpicada de carcajadas. No falta quien les juegue alguna broma utilizando el doble sentido, la respuesta es rápida, aguda, con mucho ingenio y más ironía. Cantan, y al hacerlo su voz se torna portentosa, escucharlos a dúo, en el peso del día, cuando el calor es sofocante  y tomando un respiro bajo la sombra de un  árbol generoso, es un deleite. Sus voces se complementan, se combinan con armonía y son tan potentes que pueden oírse a cientos de metros a la redonda. “cielo azul cielo nublado, cielo de mi pensamiento, quisiera estar a tu lado  para vivir mas contento”“quince años tenia Martina cuando su amor me entrego y a los dieciséis cumplidos una traición me jugó” o “ya agarraste por tu cuenta las parrandas”… son apenas algunos ejemplos de canciones entonadas a dúo, mientras sus dedos hábiles desgranan el café maduro, para llevarlo al tenate de palma sujeto a la cintura con un mecate. 

Singulares personajes del pueblo ejercieron con devoción la libertad de vivir a su manera, dieron contenido al derecho de elegir lo que querían ser. Murieron en su ley, creo que con dignidad. Hoy en el pueblo son muchos, pero hubo un tiempo en el que sólo eran dos, al menos, resueltos manifiestos y orgullosos.


Creo en la diversidad y la pluralidad, enriquecen. No confió en los absolutos, prefiero los matices. Salvo a las películas antiguas, no me gusta imaginar paisajes en blanco y negro. Pienso libre. Sé, y duele reconocerlo, que sigue siendo asignatura pendiente por acreditar el aceptar que toda persona, por el solo hecho de serlo, tiene el derecho natural, inalienable, de elegir en libertad el credo, la doctrina política, los amigos, la pareja, la preferencia en cualquier sentido, o no hacerlo. Alcanzar ese nivel de desarrollo individual y social requiere tolerancia y voluntad.


Alienta saber que hemos avanzado aunque nos faltan muchos tramos por recorrer. El odio racial, la homofobia, los sentimientos de superioridad por determinados rasgos físicos, deben ser desterrados de este mundo hermoso que se nos ha dado para vivir, disfrutar y crecer.


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