Delfino “El Apache"
“La vida del estudiante es lo máximo, dice mi mamá”; a la compañera de secundaria que lo dijo, la taché de orate porque odiaba las matemáticas, físicas y químicas.
Hoy a más de cuarenta años de haber terminado una trayectoria universitaria, la expresión se quedó corta: la vida estudiantil es un verdadero sueño, una fantasía. En lo particular como estudiante fui un desastre; flojo e irresponsable, inconsciente del compromiso que tenía y del esfuerzo que mis padres realizaban para no correr con la misma suerte que ellos, a quienes se les había negado esta oportunidad.
Gracias a San Nabor, pude terminar una carrera universitaria, mi pasión en aquellos años era el futbol y también la fiesta. La montaña llegó más tarde. Gracias al futbol, pude conocer a muchos amigos en la Universidad Autónoma de Chiapas. No me explico cómo, pero logré un sitio en la selección de la UNACH y guardo un recuerdo muy especial de Delfino “El Apache”, el capitán de esta selección, aguerrido y temperamental, que dejaba todo en la cancha. Todo un líder, siempre daba la cara por cualquiera de nosotros y se refería a mí como Viveros. Era un jugadorazo. Un amigo de aquellos tiempos de la escuela con quien mantengo contacto, de Cempoala, Dante Alfredo Hernández Sedas y que se quedo a radicar en Tapachula, le pedí investigara de Delfino y me confirmo que vive actualmente en Huixtla.
Siempre me exigía dar lo mejor; nunca pude ser titular ya que había excelentes jugadores en mi posición de defensa central. Cuando ingresaba de cambio me recibía con sus gritos enérgicos de aliento y de exigencia. Más de una vez me molesté por su carácter, aunque la realidad era que Delfino lo hacía porque creía en mí, sabía que podía dar mucho más, pero yo me negaba de forma inconsciente a hacerlo. Tengo muy presente una ocasión que viajamos a Tuxtla a jugar contra la selección de la Facultad de Ingeniería. Fue un partidazo, aunque era de carácter amistoso. El encuentro se convirtió en todo un espectáculo, me dejaron en la banca. Para este juego invitaron a un compañero que estaba en mi grupo, Gustavo Bello, defensa central y jugador de la selección de Chiapas y Tapachula.
Era un tipo muy especial, jamás jugaba con la Universidad, ni en los torneos interiores. Nunca lo había visto jugar; en aquel partido me pude dar cuenta de su gran capacidad y potencia como defensa central. Era una muralla y su juego aéreo era impecable. Daba unos saltos impresionantes, salía siempre con balón controlado y, encima de toda esta capacidad, le pegaba a la bola con una fuerza endemoniada, era zurdo. Delfino no simpatizaba con Bello. Cuando faltaban solo unos minutos, resignado y muy triste inicié el camino hacia el autobús de la escuela.
Ya en Tapachula, días después, me enteré que Delfino, tan pronto pitó el árbitro el final del partido, de forma decidida y enérgica, se dirigió al entrenador de nuestro equipo y le reclamó muy enojado por no haberme metido a jugar. Esta actitud la sigo recordando y guardando en mi corazón. Delfino me tenía en gran estima, pero lo mejor de todo esto, y lo entendí mucho tiempo después “El Apache” creía más en mí que yo mismo. Esto no existe manera de pagarlo, y reconozco que jamás pude estar a su nivel. No tuve la capacidad de valorar su gran calidad humana, en su exacta medida. En aquellos años maravillosos como estudiante. Es verdad, la vida del estudiante es lo máximo, como un sueño, una fantasía.
Descripción de Delfino: chaparrón, se teñía de rubio el pelo, pelos necios, mismos que se hacia ondular en estética, de piel morena y piernas cazcorvas, en el partido se convertía en un autentico piel roja. Quien le puso “El Apache” estuvo en lo correctísimo. Pero también le agregaría, con un corazón gigante de niño. Fuimos grandes amigos, de farra ni se diga.
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