El impacto de rayos en los aviones es un fenómeno que ocurre con una frecuencia relativamente elevada; y es que se calcula que, en promedio, un avión comercial será alcanzado por un rayo cada mil horas de vuelo.
Es por ello que uno de los requisitos que se tiene en cuenta a la hora del diseño de las aeronaves, es la necesidad de soportar el impacto de un rayo. Pero ¿cómo consiguen los fabricantes aeronáuticos hacer a los aviones resistentes frente a estos eventos meteorológicos?
El principio que hace a los aviones resistentes ante los impactos de rayos, es el conocido como jaula de Faraday. Michael Faraday fue un físico y químico del siglo XIX y cuyos avances en electricidad y magnetismo han permitido importantes logros en la ciencia. El científico construyó la primera jaula de Faraday en el año 1836, la cual consistía en una caja metálica que se colocaba ante la presencia de un campo eléctrico exterior y en el que se demostraba que el campo eléctrico resultante en el interior de la caja era nulo. Dado que en el interior de la jaula no hay campo eléctrico, cualquier objeto o dispositivo situado en el interior no se verá afectado.
Aplicando este mismo principio a las aeronaves, el revestimiento exterior de las mismas se va a comportar como una jaula de Faraday de manera que el interior de la cabina, los tanques de combustible y los equipos electrónicos van a estar protegidos. Para ello, es necesario que la superficie exterior del avión sea muy buena conductora, como ocurre con las superficies de aluminio tradicionalmente utilizadas en los aviones. En el caso del uso de material compuesto, cada vez más empleado en aeronáutica, es necesario añadir mallas de metal (normalmente de cobre o aluminio) que se agregan a las superficies de estos materiales con el fin de mejorar la conducción eléctrica. Finalmente, unos disipadores de electricidad se colocan en el extremo de las alas permitiendo evacuar la energía recibida.
Es por todo lo anteriormente explicado que los pasajeros muy probablemente no se darán cuenta de que un rayo ha caído en el avión en el que viajan o, como mucho, percibirán un rápido fogonazo. Desde el punto de vista de la operativa del avión, ninguno de los sistemas de vuelo debería verse afectado y, si se produce algún daño, será de poca importancia. Los protocolos de operativa aeronáutica establecen que cuando se produce el impacto de un rayo se debe hacer una revisión de control en tierra para confirmar que el avión está en condiciones de seguir volando.
Este principio físico utilizado en los aviones también se usa en otros muchos dispositivos de nuestra vida cotidiana. Así, los microondas también se comportan como jaulas de Faraday. En este caso, lo que interesa es protegernos de las ondas de radio de alta frecuencia que se utilizan para calentar la comida.
Los ascensores son otro ejemplo cotidiano que funciona bajo el mismo principio. Finalmente otro ejemplo son los coches y, más concretamente, en el chasis metálico. Cuando cae un rayo en un coche, la energía eléctrica circulará por la superficie al igual que ocurre con los aviones, de manera que, si nos encontramos en el interior con las ventanillas subidas, no nos ocurrirá nada.
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