lunes, 16 de noviembre de 2020

Cuarto Acto Por: Alejandro García Rueda



Pragmatismo en Palacio Nacional


Las acusaciones de fraude electoral lanzadas por el presidente estadounidense Donald Trump están encontrando eco en sus simpatizantes e incluso han permeado en el seno del Partido Republicano, que –si bien reconoce que ahora debe ceder tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado– no puede hacer lo mismo respecto a la elección en la que se enfrentaron a Joe Biden y Kamala Harris. 


En declaraciones recogidas por la cadena CBS News, el líder republicano en el Senado estadounidense, Mitch McConnell admitió que, acorde con los resultados preliminares, los votantes reaccionaron a lo que llamó “radicalismo y la obstrucción de los demócratas”; sin embargo, eludió reconocer la derrota en los comicios rumbo a la Casa Blanca. “Tenemos al menos uno o dos estados que ya están en camino a un recuento y creo que el presidente puede tener desafíos legales en curso, en al menos cinco estados”, señaló.


El medio de información referido se apostó en las instalaciones del Senado y preguntó a distintos legisladores republicanos si era momento de reconocer a Biden como presidente pero no se obtuvo una respuesta contundente hasta que el senador Richard Shelby desfiló por el pasillo: Aún no lo sabemos ¿verdad?, expresó sin dejar de caminar hacia una puerta. (La elección) no ha sido certificada, resaltó el político para después abandonar el lugar a paso veloz.

 

El sistema estadounidense es diferente al nuestro, no solo en la superficie sino en el fondo. Es así que quien es, por lo menos al cierre de esta columna, el presidente de la nación de las barras y las estrellas, tiene todo el derecho a presentar pruebas que respalden sus acusaciones. Es en ese contexto que algunos actores políticos mexicanos se encuentran desesperados y comienzan a desgarrar sus vestiduras por la tardanza del presidente Andrés Manuel López Obrador en felicitar a Joe Biden, pero pasan por alto que hay una gran diferencia entre el mandatario y quienes le precedieron en el puesto. Desde Palacio Nacional se apuesta por un enfoque pragmático que permita gobernar con cierta libertad, situación que el oriundo de Macuspana podría estar atesorando más que cualquier cosa.


Los heraldos del apocalipsis ven tensiones futuras en la relación bilateral de México con Estados Unidos; repiten incesantemente que se ha cometido un error diplomático de proporciones descomunales y se preguntan cómo puede ser posible que algo como esto pueda estar ocurriendo, pero se pasa por alto que desde el pragmatismo se pueden alcanzar nuevos acuerdos y que, contra lo que algunos desearían, se reafirmaría la idea de que México sí hace valer el principio de autodeterminación de los pueblos y el respeto a todas las naciones. 


Es momento de abrir un pequeño paréntesis ¿Se acuerda de Steve Harvey, el conductor estadounidense que protagonizó un evento bochornoso cuando leyó mal una tarjeta con el resultado de Miss Universo? ¿Recuerda que la pifia fue de tales proporciones que algunos medios catalogaron el hecho como uno de los ridículos más grandes en la historia de la televisión? Si se hace una suerte de paralelismo entre estos eventos desafortunados y la situación actual, no es difícil pensar en lo que se diría de México en el mundo si el presidente López Obrador se “sube al carro de la victoria” cuando las acusaciones y los procesos de impugnación corrientes no permiten dar certidumbre de la elección. En todo caso, no es que Biden o Kamala Harris, estén esperando desconsolados la bendición del vecino.


Se puede sacar provecho de lo que está pasando para apuntalar la narrativa que viene trabajando la 4T desde el comienzo, enarbolando aspectos como la no intervención y el patriotismo. ¿Habrá alguna clase de represalia por el asunto? Puede ser, pero uno de los mandamientos que debe seguir un político que aspira a tener altura de miras es justamente evaluar los costos tanto de su dicho como de sus acciones ¿no es así?



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