lunes, 16 de noviembre de 2020

EDITORIAL


Otro importante suceso histórico que por la pandemia pasará casi desapercibido será el 110° aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. El próximo viernes debería ser el desfile cívico y deportivo. Este último desde 1936 cuando el Senado aprobó la ley en la que convirtió el 20 de noviembre en festejo deportivo con el que se reflejaba “la voluntad pacifista y conciliadora de nuestro pueblo”.


La Revolución Mexicana inició el 20 de noviembre de 1910 y terminó con la promulgación de la Constitución de 1917 que rige a México actualmente. La razón de este hecho histórico fue el combatir las injusticias, establecer la democracia y beneficiar a las clases pobres, ya que México estaba bajo el férreo control de Porfirio Díaz quien se mantuvo en el poder por 33 años, y aunque su política económica favoreció el progreso comercial y la producción mexicana, los beneficios se repartían entre los miembros de una minoría excluyente. Para 1910, el 85% de la tierra mexicana le pertenecía a menos del 1% de la población. Los campesinos se quedaron sin tierras, sin trabajo y sufrían a diario los efectos de la pobreza y el hambre. La situación política y económica durante la dictadura fue el detonante del descontento de la sociedad mexicana, que motivó el movimiento armado.

 

Técnicamente el inicio de la Revolución, se dio con el “Plan de San Luis” que publicó el 20 de noviembre de 1910 el empresario Francisco I. Madero en el que criticaba al régimen y llamaba al levantamiento contra el Porfiriato; pero del final de la Revolución no está definido, pues, aunque se estima que duró hasta 1917 con la entrada en vigor de la Constitución, los años posteriores fueron igualmente difíciles.


A 110 años de ese acontecimiento, podemos decir que uno de los legados más importantes que nos heredó la lucha armada, fue la creación de un nuevo pacto político y social que se materializó en una nueva Constitución, que fue aprobada en 1916 por un Congreso Constituyente y promulgada en febrero de 1917.


La realidad nos dice que los ideales de Madero, con todo y los diversos altibajos, son una meta cumplida. Hay democracia electoral en el país, porque el voto se respeta, porque hay alternancia y pluralidad representada en las diversas instancias de gobierno y porque se ha observado el principio de la no reelección presidencial. 


En lo social, sin embargo, aun no se ha logrado reducir la desigualdad, ni la pobreza, ni las brechas educativas y peor aún, ni el acceso a una justicia pronta, imparcial, expedita y honesta. Si agregamos otros agravios colectivos, entre ellos la corrupción, impunidad e inseguridad, los principios e ideales de la Revolución, corren el riesgo de quedar en frustraciones o en una utopía colectiva, creando con ello, encono y polarización social, como la que dejó Porfirio Díaz.


Actualmente el Congreso ha aprobado la reelección de legisladores y ediles municipales, dando al traste con uno de los logros más significativos de la revolución: la no reelección de gobernantes. Aunque estas reformas no han alcanzado a la presidencia de la república.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario