Candidatos de plástico.-
Quizá hoy el nombre de Víctor Hugo O’Farrill no le diga mucho, pero en la década de los ochenta, principalmente, fue una de las mentes creativas más poderosas al interior de Televisa. Apoyándose en una estructura conformada por los productores Luis de Llano Macedo, Tina Galindo y Pedro Damián, así como el compositor Memo Méndez Guiu, creó el concepto de “La banda Timbiriche” para poder competir con el fenómeno musical que estaba siendo el grupo “Parchís” en aquella época.
La fórmula de negocios iniciada con Timbiriche fue replicada durante más de 30 años pero con alcances cada vez menores. De hecho, la crítica especializada acuñó la etiqueta de “banda de plástico” para cualquier agrupación creada en la prominente compañía por una razón muy particular: Algunos de los integrantes de las bandas que conformaron el estrellato pop/rock de los ochenta y principios de los noventa fueron sometidos a una rigurosa disciplina que incluía clases de canto, baile, modelaje, expresión corporal y actuación; el talento de la televisora recibía formación especial focalizada en el “arte” de lidiar con los representantes de los medios de información; se ceñía al trabajo del diseño de imagen y se sujetaba a un código de comportamiento en el que se estipulaba tácita o implícitamente el hecho de no contar con una pareja sentimental o cuidar sobremanera su aparición en espacios públicos para “velar” porque no se les escaparan los fans.
Muchas de esas bandas no fueron más que un producto predeterminado carente de alma que servía para “hacer caja”; contaban con el apoyo de un aparato mediático monstruoso y al no encontrar más cabida en el mundo del entretenimiento, esa fórmula deslactosada del monopolio televisivo, migró a otros espacios para anidarse –por ejemplo– en el terreno político. La sed de ver un personaje real por encima del que está prefabricado y apoyado en encuestas se mantiene vigente.
Hoy los ciudadanos están hartos de los candidatos de plástico, de personajes que parecen haber sido creados de la noche a la mañana; de aquellos cuyo mérito más relevante es lucrar con un apellido que en glorias pasadas (sí, pasadas) era sinónimo de abolengo o ser el amigo o patrocinador de quien realmente toma las decisiones; de “políticos de ocasión” a los que les es construida una parafernalia publicitaria para posicionarse con una historia que por más que la repitan no conecta, no inspira y/o no motiva.
Hoy el electorado espera a quien irrumpa en la escena liderando un movimiento en el que pueda integrarse; el votante no seguirá a quien mantenga una imagen marcada por no hacer nada que no haya sido solo en beneficio propio y es ahí donde estos aspirantes deben preguntarse ¿qué historia contar? ¿Qué tema de interés público tiene la fuerza necesaria como para que valga la pena ponerme atención?
El apellido, el abolengo y la tradición no alcanzan –pese a lo que digan quienes se ostentan como “vacas sagradas”– porque ningún partido tiene bases sólidas para creer que se tiene un voto duro confiable.
¿Recuerda aquellas “cargadas” y movilizaciones de personas que se hacían incluso el día de la elección? Con la pandemia por coronavirus esos recursos quedaron obsoletos y perdieron credibilidad.
Los Caifanes no lideraron el movimiento “Rock en tu idioma” de la noche a la mañana, su acción diferenciadora lo hizo. Llevaban tiempo tocando juntos antes de publicar su primer disco y cerraban sus conciertos con “La negra Tomasa”, canción con la que llegaron a sonar con mayor fuerza en 1988, así que podemos darnos cuenta de que el trabajo previo siempre será vital. No se trata de acumular seguidores, sino de irlos integrando, mezclar en el buen sentido, sus influencias y descubrir quizá un estilo propio partiendo de ahí.
¿Quién, en este año electoral, logrará integrar a cada persona que se convence? ¿A quién le interesa tener una detección real de las diferentes voces y causas sociales? ¿Quién será un mero candidato de plástico y quién será la voz legítima de lo que se debe hacer, desde lo que ya ha hecho?
No se puede olvidar que tres décadas después, la música de Caifanes sigue sonando por una simple y sencilla razón: En su historia de vida, los fans tienen uno de los papeles más importantes.
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