Entender la estrategia.-
El camino que conduce a gobernar no es para una sola persona. Si se traslada el terreno de juego, del futbol, el equipo deberá evitar otorgar facilidades en ciertas transiciones defensivas que muchas veces son evidentes. Se puede desafiar el gusto popular (y el de los militantes) aglomerando gente en el sector defensivo (alianzas, facciones, etcétera) pero la cantidad no significa nada si no se apuntala con verdaderos especialistas que “desborden por las bandas”, que exploten su talento y lo pongan al servicio del equipo generando verdadero impacto social.
A estas alturas, cada uno de ellos debe saber a qué se enfrenta, el contexto del que forma parte, qué propuestas va a hacer y, sin más, caminar con plena conciencia de que hay un antes y un después no solo de la elección presidencial que llevó al poder al presidente López Obrador, sino de la aparición de la COVID-19. Si no lo hacen así, los males que intentan remediar, se van a profundizar.
Un equipo de campaña que carece de profundidad flaquea “por los costados” y lo que a priori parece una solución balanceada (aglomerar gente) termina alejando a todos los involucrados de la posesión del discurso, al candidato lo margina de la acción y a los partidos del control de la situación.
Acercar a quienes forman parte del equipo a la formalidad de un evento de gala, sacarlos por un momento del barrio y enfrentarlos con la que sería su nueva normalidad, plagada de discursos tan elocuentes como obligados, elevaría el nivel de competencia. Sería lo ideal para aquilatar costos político-sociales y no caer en el ridículo sin haber disputado el partido. Eso ayuda a manejar bien los espacios entre líneas rivales, no solo se trata de conducir la situación con velocidad sino hacerlo también con experiencia. La clase política de nuestros días puede carecer de ella, en el ámbito local hay mucho trabajo por hacer y hay quienes –estando dentro del ruedo– se rehúsan a participar como se debe poniendo excusas poco glamorosas para no hacerlo.
Hacer videos, transmisiones en vivo o redactar un texto con el ego, la altanería o la prepotencia por delante es asumir haber perdido de antemano. A quienes aspiran a tener una carrera política les hace falta entender que es preferible saber manejar la crítica, “comer sapos sin hacer gestos” y prepararse más en el fino arte de la diplomacia, a suicidarse de orgullo y vanidad. Ser un funcionario público implica una labor de servicio, no una oportunidad para vanagloriarse del reconocimiento social.
La lucha por la obtención de un cargo de elección popular tiene hoy distintas opciones. Una de ellas es confiar en pasar la pelota al candidato y esperar a vivir o morir golpe por golpe; otra, que el halo de luz que desprende quien encabeza la planilla alcance a cobijar a los demás “jugadores”, o lo mejor, que el equipo mejore su ofensiva trabajando en su persona, en potenciar sus aptitudes y actitudes, en cuidar su imagen y atender la forma en la que se expresa diariamente.
Las polémicas, los escándalos dentro y fuera de las redes demuestran que son contados los actores políticos que dominan el arte de la comunicación efectiva y asertiva. Vale la pena reiterarlo, hay mucho trabajo por delante en el ámbito local para dignificar el quehacer político.
Está muy bien contar en una planilla con un maestro, con un empresario, un ingeniero o un doctor; está bien incluir a alguien que goza de relativa popularidad en ciertos círculos sociales pero está mucho mejor evaluar a tiempo si esos nexos perjudican o benefician realmente al proyecto en un contexto en el que se pueden sufrir afectaciones por no entender tanto los nuevos tiempos informativos como el impacto de las pifias declarativas, que pueden destrozar una carrera política o truncar cualquier emprendimiento laboral. (Facebook: /Alejandro García Rueda).
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