Lluvia, vacuna y equipo.- De repente bajó la temperatura en la zona de cafetales y una densa niebla cubrió rápidamente laderas y lomas al medio día. Un frío invernal empezó a calar los huesos de los curtidos cortadores y la suave lluvia llegó pertinaz, impidiendo que continuaran con sus labores del corte de café. Los mojados campesinos recogieron sus avíos y se enfilaron a regresar a sus casas. Los hombres acompañaron al viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo hasta su casa y se quedaron en la aguadera platicando. Siempre aprovechan cualquier oportunidad para escucharlo y aprender de su pragmática sabiduría. Al día le quedan muchas horas, pero sin poder permanecer en la finca, por lo que se disponen a tomar un merecido descanso y aprovechar para platicar. No falta quien saca “un medio” de aguardiente que ambienta la amena reunión. Ya de plano sacan los bastimentos y comparten las variadas viandas donde destacan los gasparitos con huevo, tradicionales en esta temporada de cuaresma. ¿Abuelo, te vas a vacunar? Pregunta uno de los compas, en parte por la curiosidad de la reacción del viejo sabio y en parte también porque ignora el procedimiento, como todos los que habitan en las zonas rurales. El anciano correoso y enjuto, heredero de la sabiduría de los ancianos que dominaban el clima y cosechas usando la observación, la razón y la lógica elemental, luego de un silencio, más bien para deglutir un amarillo chile de cera relleno de queso y epazote, se echa un buche de mahuixtleco e inicia su razonamiento: “Desde luego que sí, nomás que llegue la vacuna hasta estas laderas. Porque como se oye en las noticias, no han llegado las suficientes para vacunar a las zonas rurales. Pero si es la solución preventiva para no contagiarse, claro hay que vacunarse. Ah, también hay que ver que la vacuna no se use como campaña política porque pareciera que hay que agradecerla a un partido, cuando es la obligación del gobierno. Que no nos condicionen a ningún tipo de chantaje”. No tarda en aparecer un cigarro sin filtro que perfuma el húmedo ambiente del campo. Se comenta que están haciendo faena para construir un local para la tienda comunitaria, pero que van lento porque no se ponen de acuerdo… A lo que el sofista empírico, el viejo librepensador platónico, ya estimulado por el “rascabuche”, con una retórica inusual, comenta: “Que miren los gansos”… Se hace un silencio de incertidumbre, que el estoico filósofo de los cafetales, esperaba para elucubrar: “Cuando veas los gansos emigrar dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el invierno, fíjate que vuelan en forma de V. Lo hacen porque al batir sus alas, cada pájaro produce un movimiento en el aire que ayuda al que va detrás. Volando en V la bandada de gansos aumenta más su poder de vuelo, en comparación con uno que vuela solo. Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad, pueden llegar a cumplir sus objetivos más fácil y rápidamente porque ayudándonos entre nosotros, los logros son mejores. Cada vez que un ganso sale de la formación, siente inmediatamente la resistencia del aire; se da cuenta de la dificultad y rápidamente vuelve a la formación para beneficiarse del compañero que va adelante. Si nos unimos y nos mantenemos junto a aquellos que van en nuestra misma dirección el esfuerzo será menor. Será más sencillo y más placentero alcanzar las metas. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los lugares de atrás y otro toma su lugar. Los hombres obtenemos mejores resultados si nos apoyamos en los momentos duros, si nos respetamos mutuamente compartiendo los problemas y los trabajos más difíciles. Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante a mantener la velocidad. Una palabra de aliento a tiempo ayuda, da fuerza, motiva, produce el mejor de los beneficios. Si nos mantenemos uno al lado del otro apoyándonos, si hacemos realidad el espíritu de equipo, si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano para afrontar todo tipo de situaciones, si entendemos el verdadero valor de la amistad, si somos conscientes del sentimiento de compartir; la vida será más simple, y el vuelo de los años más placentero”… Terminando su discurso, se levantó y se retiró sin decir palabra. Estaba cansado. Pero la lección estaba dada…
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