lunes, 22 de febrero de 2021

EDITORIAL

El pluralismo político es algo muy sano en un régimen democrático. La posibilidad de elegir entre varios proyectos robustece la participación ciudadana y le otorga sustancia a cualquier proceso electoral. Es algo que siempre se debe apoyar.


Pero para esta elección 2021 nos hemos ido a un extremo, del que quizá no obtengamos muchos beneficios. La cantidad de partidos y candidatos parece exagerada y confunde a la sociedad. Pareciera la vieja táctica de divide y vencerás.


En nada abonan para superar el actual abismo que existe entre la ciudadanía y sus representantes populares. En todas las encuestas aparece la marcada desconfianza que les tenemos a los políticos. De forma más marcada e intensa dicha desconfianza aparece entre los jóvenes, que se sienten muy poco afectos a los partidos existentes y menos a los de reciente creación.


Por un lado hay que promover el pluralismo y permitir que los ciudadanos voten en base a un abanico amplio de ofertas electorales. Pero por otro lado, es evidente que muchos de los nuevos partidos son franquicias al servicio de sus fundadores, con el propósito de obtener recursos públicos para fines personales. 


Las reacciones de la sociedad, ahora que se han dado a conocer la gran cantidad de partidos y aspirantes para esta elección, ha sido de sorpresa, incertidumbre y hasta rechazo. Esta gran cantidad de opciones, desconcierta y el elector sabe que el voto se va a pulverizar, que de alguna manera los que figuran como precandidatos, por ahora, no llenan las expectativas del electorado en función de perfil, honorabilidad o experiencia. Pero jalarán algunos votos.


Hay analistas que sugieren, y muchos sectores ya lo han considerado, no votar por partidos satélites creados solo para ese fin, fragmentar el voto, obedeciendo solo a intereses claramente entendidos. Coinciden en señalar que debería reducirse el número de partidos ya que se sostienen del erario público con jugosas prerrogativas que son la manzana de la discordia de dirigentes y líderes. La mayoría de esos “partidos” surgen sin ideología, sin doctrina, sin proyecto, sin militancia sin candidatos. Y le salen muy caros a la sociedad. Además de confundir al electorado.


En todo caso, lo que hay que exigir siempre es que se asegure un funcionamiento interno democrático, que los derechos de la militancia estén adecuadamente garantizados y que se respete la decisión manifestada a través del voto. De esa forma podremos, al menos, evitar que los partidos sean controlados por una familia o que vendan su proyecto político al mejor postor. De ambas cosas hay ejemplos bien conocidos en el panorama político nacional y estatal.


El voto consciente, inteligente y razonado, puede servir, además de elegir a los próximos diputados federales, locales y alcaldes; para dejar fuera de la jugada a institutos políticos que solo confunden, dividen y enriquecen a los dueños.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario