Dios no cumple caprichos.-
En el vocabulario del campesino, ‘abonar’ significa fertilizar, y ‘temporal’ es una lluvia persistente sin llegar a ser chaparral. Para abonar se requiere que haya suficiente humedad a efecto que las plantas puedan aprovechar los nutrientes. En febrero, inesperado, cayó un alentador temporal; para el citadino pudo ser incómodo, para el hombre de campo fue motivo de alegría. Luego del temporal se presentaron unos soles intensos, atípicos, como parece hoy ser la moda. Pronto se resecó la superficie de la bendita tierra.
Vamos a tirar abono -les dije- . Intercambio de miradas dubitativas -siempre es así- acotó quien según mejor me conoce: “Tiene suerte, seguro lloverá”. Al día siguiente, los comentarios de mis malquerientes, que los tengo, como todos, eran del siguiente tenor: “vas a hacer lo de Julio Hernández, que abona en seco porque está loco”. Le dije a mi informante, lo mío no es locura, lo que pasa es que tengo mucha fe. Al día siguiente llovió hermoso.
Siempre es así, hay quien se ocupa de uno, por algo será; que si estoy enfermo, que si tengo problemas, que si mis hijos. Lamento decepcionarlos, gozo de cabal salud, mis hijos son el tesoro mas preciado y mis problemas son tan ordinarios como los de cualquier mortal… lo siento… sé lo que soy, lo que siento, lo que presiento, lo que pretendo, que por cierto, no es mucho.
CARTA A DIOS
Desde la melga contempla su siembra, satisfecho y esperanzado. En el horizonte se empiezan a enseñar nubarrones y se llena de contento. Dios se acuerda de mi, se dijo, empezaron a caer goterones y su emoción creció, pero luego las gotas se hacen solidas y cae un aguacero con granizo que destroza su siembra. El hombre, lleno de pesar, invoca y reclama, dice: Dios, me volviste a fallar, pero esto no se quedará así, te escribiré una carta que me has de contestar, por que ya me lo has hecho, por eso te retiré la veladora que te había llevado a la iglesia.
Llega a las oficinas de correo, pide papel y lápiz y escribe con tal frenesí, que llama la atención de los empleados. Su reclamo a Dios son 600 pesos por las perdidas de su siembra y lo emplaza para que al sábado siguiente le deje en correspondencia la cantidad requerida. El encargado de la oficina de correos, intrigado por la ansiedad del hombre, abre el sobre y lee la carta, luego se dice, esté hombre está muy necesitado, lo comenta con sus compañeros, quienes se cooperan y le reúnen trescientos pesos que le ponen en el sobre.
Llegada la fecha, el hombre revisa la correspondencia y se encuentra con los trescientos pesos. Dios, dice, me has correspondido en parte, para el sábado siguiente espero la cantidad restante, pero por favor, envíamela a domicilio, por que en esta oficina de correos son muy rateros.
Esta es una paráfrasis de un cuento cuya autoría no me corresponde. La recogí en un recorrido promoviendo el proyecto de un político excepcional oriundo de Perote… nada más.
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