Después de la Final. Diálogo celestial. I de II Partes
Fernando Bustos: Le pedí con toda mi alegría y entusiasmo la pelota al Chaquito Jiménez. Sentí que ya me había visto, su mirada se cruzó con la mía; casi puedo asegurar, que fue una mirada de complicidad. Pensaba hacer una finta y tocarle la bola con el tacón. Con una finta iba a romper el cerco de la última línea defensiva de Santos. Tal y como lo hice con Octavio Muciño, en aquella final de 1972, fue un poema de pared: Victorino me tocó la pelota, hice una finta y se la puse de taquito a Muciño. Este movimiento dejó solo al Centavo frente al portero Prudencio Cortez, a quien fusiló sin misericordia alguna. El Pajarito salió con todo, chocaron violentamente, mientras el balón entraba a la portería. Muciño salió lastimado del fuerte golpe con el “Pajarraco” afortunadamente se pudo recuperar y seguir jugando.
Miguel Marín: Conozco ese brillo, esa energía diabólica y creativa en tus ojos Che Bustos. En el gol de Santos, me arrojé con todo, y casi alcanzo la pelota, o más bien la alcancé, pero traspasó mi guante izquierdo. Volé como en aquellos disparos del “Chaparro” Reinoso, como jamás lo había hecho, como si no fuera de este planeta.
Javier “Kalimán” Guzmán: Adiviné para donde iba el balón, me arrojé de palomita, desde antes de que golpeara la pelota iba volando dispuesto a chocarla con la cabeza y evitar que entrara. Cerré los ojos cuando vi el arco frente a mí, me fue imposible detenerme, fui a dar junto a un anuncio publicitario. Con mucho dolor espiritual, vi a los jugadores de la comarca, celebrando con el autor del riflazo, el chileno Diego Valdez, el gol que resucitaba la esperanza santista y también los espectros del pasado azul.
Octavio Muciño: Cuando el portero Acevedo salió a achicar, para evitar el gol del Chaquito, se quitó al portero, tuve la seguridad de que le cometería penalti. No fue así, pero al ver que se le alargó la pelota, como delantero por excelencia con olfato natural de gol, me desplacé hacia donde tendría que venir la bola. Recuerdo que casi choqué con Bustos, quien también se movió a la zona suprema de la cancha, esto es algo que ya se trae en la sangre. Un verdadero goleador, tiene que construir en el futuro mentalmente la jugada en segundos. Supe que sería un balón aéreo. Chaco tocó suavemente con su pie izquierdo la pelota, puso un globito, una delicia de balón para cualquier delantero. Me impulsé con todo hacia el cielo infinito. Era imposible que los dos defensas de Santos me ganaran la pelota. Fue un salto de otro plano existencial. Quedé muy arriba de los defensores, estaba flotando prácticamente, entonces choque la pelota, golpe seco y contundente con la frente. Con el arco vacío, supe que era un gol inminente. Pero también un gol imposible estando en la eternidad.
FB.- Oye Centavo cuando Yotún filtró el balón, para la llegada del cabecita Rodríguez, violamos una de las reglas que nos pidió respetar la Divinidad: no influir de ninguna manera en el resultado, me tomaste de la mano, nuestras energías se unieron, lo que hizo posible que sujetaras de un brazo al defensa central Félix Torres. Segundos que fueron fundamentales para que el cabecita llegara a la pelota. El zaguero santista, tubo de reclamarle airadamente al árbitro, exigiéndole la revisión de la jugada, asegurándole que lo habían jalado del brazo, mostrando un rasguño con leve sangrado a la altura del hombro, Centavo, violaste una de las normas sagradas del cielo. Aunque para serte sincero, no me importó y festejé el gol como loco. Me hizo recordar un gol contra el Atlante, hace ya algunos años. No había podido anotar en algunas jornadas, el gol se me negaba de manera misteriosa. Cuando logré anotar me saqué toda la presión que traía. Hice una pared con Victorino entrando al área de los potros. Eludí a casi toda la defensa, solo me faltó quitarme al portero, el Wama Puente. Aventé uno de los tacos hacia arriba. Salí corriendo golpeándome con violencia el pecho.
M.M.- Desde la potería logré ver al Centavo haciendo de las suyas. Fuiste mañoso, y lo sigues siendo, apenas te juntabas con el Gambetero Diabólico; recordé como evitabas que los defensas pudieran brincar o llegar a los balones, sujetándolos o pisándolos. Cuidando siempre que el árbitro y abanderado no se dieran cuenta. Hoy, con el VAR, te sería imposible. Después del gol, que festejé junto con Chui Corona, le comenté que ojalá y no revisaran la jugada. Olvidé por un momento mi condición auténticamente celeste y celestial. Chui fijó sus ojos sobre mi rostro unos instantes terrenales. Como preguntándose al mismo tiempo, de donde venía la tenue ráfaga de aire que había experimentado en su rostro. No me contestó nada, se limitó a mover la cabeza, como si no comprendiera mis palabras… Continuará…
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