Estamos en una encrucijada, nuestros nervios se crispan, somos presa del miedo, de la desinformación y de una enorme confusión.
Es el COVID-19 que ha llegado amenazadoramente a nuestro país, tal parece argumento de una novela del realismo mágico ya sea de Juan Rulfo o de García Márquez, percibimos un ambiente plagado de tensión.
El virus extiende su efecto mortal, los nuevos jinetes del Apocalipsis se nos antojan con sus rostros vigentes, la Economía, una espiral invisible que exhibe y trastoca los sistemas de Salud en todo el orbe, los desnuda, los exhibe insuficientes e incapaces para la atención de las masas.
El fantasma del hambre se apoderará tarde o temprano de los países aún más avanzados, donde la desesperación y la mentalidad fatalista nos impulsan a apoderarse de alimentos, medicinas, agua potable, material de curación, de papel sanitario.
La tecnología nos asalta permanentemente, para bombardearnos de comunicados oficiales, la secuencia de noticias falsas y de memes que consumimos cotidianamente para llenar nuestro vacío de información.
En una enorme torre de Babel digital nos enfrentamos con las recomendaciones en cuanto a la higiene personal, la sanidad colectiva, el recurso de permanecer en casa en cuarentena. Para las mentes más catastróficas, esta puede ser la oportunidad para preparar nuestras maletas de viaje. La nueva ocasión para vivir la reconciliación con quienes estamos enfrentados, alejados, el ejercicio del perdón como recurso personal para abordar nuestra paz interior. Otras tareas pueden ser arreglar nuestras decisiones testamentarias y de bienes materiales, una hipótesis de nuestro final el cual jamás pasó por nuestra mente enfrentarlo, ahora gracias al COVID-19 esta opción aparece, y nos cuestionamos ¿y si no nos da tiempo? Resulta lógico postergar por siempre nuestra partida, hoy más que nunca.
Es más sencillo adaptarnos quizá a una muerte anunciada, tal vez por el cáncer, por la diabetes, etc. Que imaginar que el control sanitario se de en un par de semanas. Por lo pronto llegan las notas de que en Italia a las personas que padecen el virus, no serán beneficiarias de atención si es que se supera los 70 años.
Esta es una lección de moral, comprender por qué ahora tenemos que estar recluidos con los nuestros pero sin el menor contacto físico, ahora estaremos juntos después de tanto tiempo de ausencia familiar.
Cómo valoramos el tiempo con nuestros adultos mayores quienes de un momento a otro partirán frente a nuestra presencia impotente.
__________________
__________________
__________________
No hay comentarios.:
Publicar un comentario