Marzo Rojo. (Segunda parte)
Después del desayuno, volvimos a abordar el autobús y nos dirigimos al Deportivo Adolfo López Mateos; el juego estaba programado a la una de la tarde. Cuando llegamos, de inmediato se armó un alboroto, porque la gente que había abarrotado el deportivo, y la que aún se encontraba en las afueras del inmueble se percató de inmediato de la llegada de los Tiburones. Se estaba celebrando, como preliminar, al partido estelar, un juego entre los veteranos de los Escualos y de Coatepec.
Me sentía soñado cuando descendimos del autobús, junto con todas las estrellas del equipo de futbol profesional. En fila india nos dirigimos a la entrada, pero sucedió que la persona que estaba cobrando nos conocía a Fernando y a mí, y nos negó el acceso, argumentando, que no éramos parte del equipo de los Tiburones, que teníamos que pagar. Se hizo entonces un pequeño cuello de botella. Fue entonces que hizo nuevamente su aparición el señor de la utilería, quien preguntó que estaba sucediendo, el mismo de la broma en el trayecto de Veracruz a Coatepec. Al saber la razón, manifestó de manera categórica que Fernando y yo éramos también parte del equipo. Se dio la vuelta y regresó con dos maletas, las cuales nos entregó. La maleta que me tocó fue la de Francisco Montes, una maleta Adidas blanca en forma de taco, que habían utilizado los miembros de la Selección Nacional en el Mundial México 70. Montes había sido parte de esa Selección.
Ingresamos como jugadores profesionales y a 45 años de distancia, sigo recordando la fantasía que viví aquellos instantes. Estoy seguro de que muchas de las personas que nos conocían, les debió extrañar que entráramos como jugadores de Veracruz. Fue la locura, nos vimos rodeados de gente, solicitando fotos y autógrafos a los jugadores. Víctima de mi absurda timidez, acabé con el sueño de manera abrupta, dejé la maleta en el piso y me perdí entre la muchedumbre.
Recientemente, recordando este episodio maravilloso con Fernando, le pregunté que había hecho después de que ingresamos al López Mateos. Me dijo que después de todo el alboroto, el equipo pudo llegar hasta los vestidores, donde también ingresó con ellos, que estuvo ahí mientras se cambiaban y hasta que comenzó el entrenador Moncebaez, la charla técnica, entendió que tenía que salir.
El partido de futbol, independientemente del resultado, fue todo un espectáculo, respondiendo a toda la expectativa que había despertado en la afición coatepecana. Casi todo el primer tiempo, el equipo rojo alineó a su cuadro titular. Fernando “Pipo” Blanco, un arquitecto del medio campo, Paco Montes, la elegancia y técnica depurada en la defensa central, los desbordes por la banda derecha de Batata. Y como olvidar una espectacular chilena del zaguero central de Coatepec, Eduardo Méndez Guadarrama o un tiro de esquina de Batata, Manuel Nosti, en un salto fenomenal remató con la cabeza, la bola iba a gol, al ángulo superior izquierdo, y Máximo Pérez, en un vuelo increíble y espectacular, suspendiéndose en el aire, sacó la pelota con la mano. También recuerdo un relampagueante disparo de Beto Caraza, que pegó en el poste, sacando fuego de la portería escuala, del “Torombolo” García. El primer tiempo fue toda una avalancha roja, cuatro por cero a favor del Tiburón. Marcador que ya no se movió y ambos equipos, hicieron muchas modificaciones en la segunda parte. Finalmente, era un partido de exhibición y tenían que participar todos los jugadores locales. Los Tiburones, cuidar a su cuadro titular que jugaría dos días después contra Cruz Azul en el estadio Azteca.
Le agradezco a Rafael Hernández Jimarés, hábil delantero de aquella selección local, quien, con sus regates y fintas, me recordaba a mi máximo ídolo Fernando Bustos, quien me proporcionó el programa histórico con todos los nombres de la Selección Coatepec y de los Tiburones Rojos. Veracruz.
Los jugadores y afición coatepecana vivieron y disfrutaron este partido, cada quien a su manera. Jamás y nunca imaginé, que, gracias a Mario Silíceo, junto con mi amigo Fernando Castillo, lo viviríamos de esta espectacular manera. Ángel Fernández el amo de la crónica deportiva, hubiera dicho, de cuento de hadas y gnomos. Saludos a José Crescencio León Blázquez “Cepillin”, quien me comentó, que aquel día estuvo como espectador en el López Mateos. Fue un “antes” y un “después”, para el balompié local.
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