Cosecha, crisis y fortaleza.- El clima, a la mitad del invierno, es incierto. Los cortadores a veces inician sus labores en la finca con buen tiempo por la mañana y antes de mediodía baja la neblina y también la temperatura. Mientras no llueva fuerte, los valientes continúan con su labor aunque con los dedos entumidos, pues hay que aprovechar la generosidad de esta pródiga tierra. La bruma cubre las verdes lomas que parecen vestidas con elegante velo blanco. La cosecha empieza a disminuir, pues ya pasó lo más abundante; sin embargo todavía hay buena pepena, lo que representa un mejor ingreso para salir de deudas y comprar enseres. Los sonidos en las laderas se confunden entre el graznido de los tordos y los chiflidos de los cortadores que alegres recorren el surco. Entre la bruma se escucha el rebuznido de un jumento que espera su turno para cargar las húmedas lonas de café fresco que huele a miel. Mientras tanto pasta en la melga despreocupado e indiferente. El burro ha sido históricamente un aliado del campesino y de las fincas. Actualmente ya se ven pocos. El viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, atento a todo, verifica que los cortadores no lastimen las ramas de las matas de café y que se corten solo granos rojos. En la pausa del bastimento, como siempre, la charla se hace amena, sin embargo un sentimiento pesado se percibe en el ambiente. Los cortadores comentan con preocupación lo que escuchan en la radio y les asusta. Que la vacuna no llega, que la pandemia aumenta, que crece el desempleo, que cada vez se muere más gente, que el semáforo y muchas calamidades. El viejo sabio de las fincas, escucha en silencio hasta que alguien le pregunta sobre la crisis que se vive. A lo que el pragmático pedagogo autodidacta, curtido por decenas de inviernos y forjado en la fragua del tiempo, percibiendo tanto pesimismo les cuenta una fábula a su estilo elocuente y retórico: “Desde una óptica negativa, podemos ver que en el mundo siempre ha habido guerras, miseria, pestes y crueldades del hombre con el hombre. Y que en todos los tiempos, ha habido personas anunciando el fin o proclamando la llegada de tiempos de crisis imposibles de superar. No faltan los agoreros de desastre y los pesimistas. Hubo una vez, un hombre que todos los días, instalaba un puesto en cual vendía bocadillos que él mismo horneaba. Era sordo, por lo tanto no escuchaba radio, no veía muy bien, entonces no leía diarios. Pero eso sí, vendía exquisitos bocadillos. Alquiló un terreno, levantó un letrero que promovía su mercancía. La gente le compraba cada día más. Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió buscar a su hijo, un hombre de negocios de la gran ciudad para que lo ayudara en el negocio. Al llamado del padre, su hijo respondió: ¡Pero Papá, no escuchas la radio ni lees los periódicos! ¡Este país está atravesando una gran crisis, la situación es muy mala, no podría ser peor!”. El padre pensó: Mi hijo trabaja en la gran ciudad, lee y escucha la radio. Debe saber lo que habla. Así que revisó sus costos, compró menos pan y disminuyó la compra de ingredientes y dejó de promocionar su producto. Su fama y sus ventas disminuyeron. Tiempo después desmontó el letrero y devolvió el terreno. Un día llamó a su hijo y le dijo: Tenías razón, verdaderamente estamos atravesando una gran crisis”… Degustando una naranja injerta con singular alegría, el viejo zorro hace una breve pausa, para luego concluir su cátedra: “La historia de la humanidad demuestra que sólo triunfan aquellos que creen poder hacerlo. Que no hay crisis o profecía alguna que pueda con un hombre que tiene la determinación de triunfar. Que si enfrentamos la noche pensando en el fracaso, amaneceremos con el temor de fracasar. El secreto de todo triunfo es creer en uno mismo, respetar nuestra intuición, saber escuchar, estudiar cada situación, discernir, actuar con confianza, certeza y seguridad. Ser conscientes de que si logramos vencer las dificultades que se presentaron ayer, venceremos sin duda las de hoy; que cuando llegue el momento tan temido, se dará en nosotros la fuerza, la voluntad y el criterio necesario para superar todas las dificultades…”. Todos quedaron atónitos y con una gran sonrisa en el rostro…
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