lunes, 24 de agosto de 2020

En tránsito... Por: Jesús Ricaño Herrera

 El solipsismo y el desorden vial


Cuando buscamos una definición sobre lo que significa solipsismo, desde la visión de la filosofía encontramos que este vocablo significa “sólo yo”, que únicamente existe el sujeto que se piensa, lo demás e incluso las demás personas no tienen existencia, es la imaginación del sujeto lo que le da cierta carga de existencia, pero solamente en su mente, en su conciencia y no reconoce la realidad como algo ajeno a él, sino como producto de su pensamiento.


Varios pensadores han criticado esta postura idealista, calificándola de absurda, radical y que deja sin fundamento cualquier actividad humana, pues no es posible el conocimiento dado que todo es producto de la conciencia del yo.


Cuando nos trasladamos a la vía pública a observar, con el único afán de entender nuestro mundo y asumir un rol en él y que el ejercicio de ser no signifique perder la vida, la salud o la seguridad nos damos cuenta de que esta conducta es bastante recurrente entre los usuarios de la vía pública, piénselo por un momento, ¿Qué es lo que alcanza a ver?


Vemos peatones sustraídos de la realidad, ajenos a los riesgos, renunciando a sus derechos y obviando sus obligaciones, exponiéndose a la suerte todo bajo el amparo de la evasión, como si fuesen vagabundeando en un desierto, un laberinto de concreto donde sólo ellos existen y nadie más se mueve representando un peligro, deambulan con un destino incierto.


Observamos conductores megalomaníacos, creyentes obsesivos de que solamente ellos pueden pasar, que nadie más necesita llegar a sus destinos, preocupados por sus intereses son capaces de las maniobras más temerarias, surcando a velocidad inmoderada, o a la más baja posible dependiendo de su humor, disfrutando la desesperación de los otros, despertando la ira de aquellos desafortunados que se encontraron con ellos, tapando el libre paso, obstruyendo las banquetas, cocheras y entradas de vehículos de emergencia. Para ellos los demás usuarios de la vialidad son muñecos de los que hay que burlarse, convencidos de que los demás deben disciplinarse a sus caprichos.


Piense en esa gente que por azares del destino se hicieron de una tienda, para asegurar sus ventas consideran prudente y hasta obligatorio salir a la banqueta a colocar sobre el arroyo de circulación cubetas, sillas, mesas, artefactos que encargaron a un balconero y anuncios para apartarse un espacio. Argumentando que los autos estacionados le quitan “vista” al negocio o que la gente que se estaciona le roba el lugar, la comodidad o la tranquilidad a los clientes en su tendajo. Se supone que cada negocio debiera contar con estacionamiento propio, por cierto, recuerdo ahora que algunos locatarios del mercado usan los espacios destinados a la clientela para estacionar sus vehículos de carga, afectando me parece sus ventas de alguna manera


Analice conmigo como un particular, una empresa, una institución pública toman las calles para realizar un desfile, una carrera, una marcha, festejo o lo que se le ocurra, la gran mayoría de ciudadanos no se entera del cierre vial sino hasta que se descubre atrapado en el tumulto, con el tiempo medido y con el estrés que implica la espera. En la gran mayoría de las veces no los mueve el bienestar común, sino hacer cautiva toda una ciudad para hacerse publicidad, cosa absurda pues la gente se manifiesta harta de esas crueles actividades. Al final la vía pública tiene como único fin comunicar a las personas, cualquier obstrucción implicará de modo necesario pérdidas, retrasos y disgustos.


Es el egoísmo megalómano lo que nos lleva a tener desastres viales técnicamente a diario en una ciudad de casi 100 mil habitantes y poco más de 24 mil vehículos a motor registrados. No me cansaré de pedírselo, firmemos una tregua, vamos a cuidarnos, no es seña de debilidad sino muestra de civilidad. No se distraiga, tenga buen trayecto y buen día. 


Comentarios a jojerihmx@gmail.com

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