La amistad que se cultivó entre Don José y el joven Edgar fue sincera y cotidiana, su presencia en casa no era la del visitante de ocasión o el que busca la oportuna aparición a la hora en que se encienden los reflectores. Y esa amistad pronto se extendió por toda la casa como las mejores plantas de esta región del mundo donde todo crece de forma tan espontánea e igualmente floreció como sólo saben hacerlo las bugambilias coatepecanas. Edgar vivió los mejores años de esa casa, los de las grandes comidas, las pláticas y las cátedras que se alargaban de la comida a la cena sin hacer ni una sola pausa.
Luego despedimos a Don José, pero Edgar no se despidió de la casa, con el compromiso de su biblioteca heredada a Coatepec, ni de la familia. Él siguió aquí, en cada ocasión era puntual como siempre lo había sido. Su amistad se demostró honorable y auténtica, permaneció al alcance de la mano con disposición y entusiasmo.
Es difícil hablar de los hombres comprometidos cuando se trata de los que gravitan en la esfera pública, para hacerlo hay que asomarnos a veces a sus espacios privados, al lugar de las amistades cercanas. Ahí sí podemos saber qué tan auténticos son los valores de las personas que militan como verdaderos amigos. Quizá sea esto una de las cosas más importantes para preservar en la memoria cuando alguien se va, tan de pronto y tan a destiempo: que era un hombre honesto y un amigo auténtico, que no faltó nunca a una cita, que no dejó un sólo año de mandar a casa un regalo de navidad, o de recordar las fechas más importantes.
Esta esquina de Veracruz ha perdido a un hombre apasionado de la vida pública, con ambiciones intelectuales, articulado y congruente. Fue legislador y funcionario, dirigía la edición de una revista, ejercía su oficio de abogado, también en el mundo académico tenía una presencia destacada. Nos entristece mucho despedirlo, como es el caso de tantos ahora, no era su tiempo, había muchos planes hacia adelante. Nos duele pensar en los proyectos que se le habrán quedado pendientes. Es injusta esta forma en que los amigos de verdad se van sin haberse despedido, nos quedamos esperando, con el café listo y las puertas de la biblioteca con ganas de volver a abrirse para recibirlos como siempre.
Que sirvan estas palabras simples y breves para agradecerle al abogado Edgar Vázquez Vázquez por su presencia gentil y atenta, por la congruencia de su amistad a toda prueba, por el compromiso con la memoria de Don José Iturriaga. Son estas palabras de agradecimiento que esperamos den un poco de fortaleza a quienes lo han perdido, para su familia y allegados, deseamos pronto consuelo y una memoria larga que haga perdurar su recuerdo.
Biblioteca Iturriaga. Agosto 2020
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